Música

The Cure / The Head on the Door

Viendo todo el caos en el que habían estado sumidos Robert Smith y el resto de los Cure tras la gira de ‘Pornography’ (1982), ‘The Head on the Door’ (1985) parece un milagro. Recapitulemos: Simon Gallup dejó la banda tras una pelea con Robert en Estrasburgo después de un concierto. The Cure ahora sólo era un dúo: Robert y Lol Tolhurst. Robert estaba a mil cosas y casi disolvió el grupo porque quería formar una banda con Steven Severin de Siouxie and the Banshees, pero al final la cosa quedó en un proyecto paralelo: The Glove. Sacó los singles ‘Let’s Go to Bed’, ‘The Walk’ y ‘Lovecats’. Giró y grabó un disco con Siouxie and the Banshees, ‘Hyæna’. Lanzó ‘The Top’…

Este ritmo frenético le generó un problema serio de salud. Por recomendación médica tuvo que parar un par de meses. Esto hizo que terminara por abandonar a Siouxie and the Banshees cuando iba a empezar una gira con ellos en 1984. Por otro lado, ‘The Top’ (1984) quedó lastrado al no contar Robert Smith con una banda como tal. Pero ‘The Top’ tuvo dos cosas muy positivas: primero, el single ‘Caterpillar’, que demostró que Robert lo seguía teniendo. Segundo: para hacer la gira del disco tuvo que formar la banda de nuevo. En esta gira quedó configurada la que es la alineación clásica de The Cure en los instrumentos: dos guitarras, bajo, teclados y batería. Esta gira funcionó muy bien y además supuso la vuelta a la banda de Porl Thompson, que ya había estado en Easy Cure.

Robert tuvo que volver a rearmar la banda (otra vez) tras la gira para la grabación de este ‘The Head on the Door’. La nueva formación contó con el regreso de Simon Gallup al bajo, Porl Thompson a la guitarra y teclados (y saxofón puntualmente), Lol Tolhurst al teclado y Boris Williams a la batería. Con esta banda mucho más sólida, Robert Smith se propuso dar un salto adelante, componer y publicar un disco potente, tanto artísticamente como comercialmente. ‘The Head on the Door’ marcó el renacer de The Cure y el inicio de su etapa de mayor éxito comercial.

Y menudo renacimiento. ‘The Head on the Door’ muestra el lado más lustroso de The Cure. Su sonido oscila entre lo atemporal y el ochenterismo, entre lo post punk y el pop glorioso, entre lo gótico menos siniestro y las melodías más brillantes, con poco espacio para el abatimiento sonoro. Y el enésimo recuerdo de que Robert Smith no sólo es el chico que canta a la desazón, sino también uno de los más brillantes compositores de la historia del pop. ‘The Head on the Door’ abre nada menos que con ‘Inbetween Days’, un clásico absoluto de la banda y una de las mejores canciones de los 80: galopante, vibrante, pegadiza y bellísima, capaz de alzarte a lo más alto, a pesar de una letra algo cortavenas sobre un trío amoroso.

Lo oscuro no es tan oscuro, ni en ‘Kyoto Song’, ni en la aparentemente gótica-pero-no-tanto ‘Blood’, de aire aflamencado (de hecho, fue single en España), en el que una letra en teoría mística nos narra realmente una cogorza: “I am paralyzed by the blood of Christ” (“Estoy paralizado por la sangre de Cristo”). Pues bien, la “sangre de Cristo” era realmente un vino portugués… El ochenterismo del disco lo marcan los arreglos a la Prince en la pizpireta ‘Six Different Ways’ y, sobre todo, ‘Screw’. Si escuchas su guitarra incluso te puedes pensar que si no estás escuchando algo de Red Hot Chili Peppers…

El gusto por las introducciones largas reaparece en ‘Push’, que no fue single, aunque lo parezca. ‘Push’ es una de las piezas mayores del grupo, gracias a su atmósfera, la línea de bajo, una épica por la que los U2 de la época habrían matado. Y también es de esas canciones que te dan ganas de volar: esos “Go, go, go!” con los que Robert arranca a cantar en el minuto 2:23 te elevan al infinito (y más allá).

Otra de las cimas del disco y del grupo es la deliciosa ‘Close to Me’, donde Robert hace gala de ese sentido del humor tan retorcido que siempre ha salpicado la carrera de The Cure. Construida a base de palmas, resuellos, canturreos de Smith, una línea de bajo y dos de teclados absolutamente icónicas, conducidas por un Smith que susurra más que canta. Un delirio fabuloso que sería aún mejor en su versión single, con la inclusión de los vientos al final (no están en el álbum). Y, sobre todo, gracias a su fabuloso vídeoclip, ejemplo perfecto de cómo hacer uno de los visuales más míticos de los 80 con cuatro duros y mucha imaginación. Gracias, Tim Pope, una vez más (y no por última).

Más joyas: ‘A Night Like This’, es otro clásico de la banda que tampoco fue single. Tiene un nervio muy post punk y muy melancólico a la vez, hasta con saxo y todo. Quizás lo más cercano a la desolación de discos anteriores sea la final ‘Sinking’, donde destaca el ominoso bajo de Gallup. Y una muestra más de que la euforia nunca será completa en los Cure. Pero tampoco el desasosiego.

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Publicado por
Mireia Pería
Tags: the cure