El auge de la ultraderecha y la muerte del padre de Bobby Gillespie marcan el 12º disco de Primal Scream. Dos temas que lucen tan distantes convergen en una de estas 11 canciones, ‘False Flags’. Si el single principal ‘Love Insurrection‘ se cerraba con un discurso en italiano que gritaba el lema anti-fascista «viva el amor, no pasarán», esa otra composición de 8 minutos recuerda cómo nuestros ancestros se alistaron en el ejército siendo engañados: «Banderas falsas ondean, hombres jóvenes mueren por una causa que no significa nada, un engaño para nuestras almas».
La repetición de la historia interesa a Primal Scream en este primer trabajo en 8 años, los que han pasado desde ‘Chaosmosis‘. El viejo dicho «Aquellos que no entendieron la historia están condenados a repetirla» ha inspirado abiertamente letras como la de ‘Deep Dark Waters’. Otros textos nos hablan sobre «burgueses bastardos que roban» y sobre gente que no ha leído un libro en su vida (‘Innocent Money’).
‘Come Ahead’ supone además una reinvención más para el grupo de Manchester, que se sumergió en la cultura rave y en el góspel en ‘Screamadelica’ (1990), en el dub en ‘Vanishing Point’ (1997) y en la electrónica más espídica en ‘XTRMNTR‘ (2000). De manera totalmente improbable, un álbum con una temática tan truculenta como este, es también su entrega más funk y disco.
Construido a partir de bases rítmicas enviadas por el productor David Holmes, que recientemente también ha trabajado con Noel Gallagher, ‘Come Ahead’ deriva en ocasiones en el sonido Filadelfia, en el northern soul o incluso en la bola de espejos más kitsch. La idea les sienta bien en el sencillo principal ‘Love Insurrection’, con esas cuerdas que dotan a tan reivindicativa canción de cierto toque trascendente. Tampoco está mal ‘Innocent Money’, pues como tema anti-capitalista suena con estos arreglos como una parodia de las series de los 70 llenas de lujo. Léase ‘Hotel’ o ‘Vacaciones en el mar’.
En otras ocasiones el desconcierto es considerable, pues lo que nos cuentan no encaja tanto con cómo nos lo cuentan. El ejemplo más visible es ‘Ready to Go Home’, un góspel que deriva en funk y el tema más explícito sobre la muerte del padre de Bobby. «Cuando mi momento llegue, estaré preparado», dice la canción, festiva como una salida del armario, sin que adivines si nos está introduciendo en un álbum combativo y listo para tomar las calles, o uno que acepta su triste sino, 100% conformista.
Hay canciones problemáticas, y otras directamente insignificantes, como ‘Melancholy Man’ o ‘Circus of Life’. Tampoco embriagan los 9 minutos finales de ‘Settlers Blues’, con un Bobby Gillespie que quiere parecerse a Leonard Cohen y no llega a ser Richard Hawley. En verdad, donde más cómodos sentimos a Primal Scream es en el sonido mediterráneo de ‘Deep Dark Waters’, sobre la crisis de credibilidad de Europa desde la II Guerra Mundial; o en ‘False Flags’. No tan lejos de los primeros Primal Scream que un día conocimos. Será la fuerza de la costumbre.