Hay prisa entre los artistas por alcanzar la madurez. Algunos hablan de ella desde los 20 años. Shawn Mendes, que cumplió en agosto 26, es más «Cuando no sé quién soy«. El que es ya su quinto álbum de estudio es un disco de autodescubrimiento que se jacta de estar en el proceso. Escrito tras una severa crisis de identidad, consecuencia de estar constantemente de gira o en la palestra, plantea cuestiones como «Siento presión de la gente que quiero» o «Siento decepcionaros, porque realmente no sé quién soy», ya en el tema de apertura, ‘Who I Am’.
El single de presentación, ‘Why Why Why’, contiene una estrofa igual de explícita: «Pensé que estaba a punto de ser padre, y todavía soy un niño, a veces lloro por mi madre». Una de las canciones más bonitas se llama ‘Nobody Knows’, y habla sobre cuando el amor no es suficiente y sobre la adicción al alcohol. Para más señas, en la portada aparece desnudo.
Todo el foco mediático se ha puesto en la orientación sexual de Shawn Mendes, que en el tema llamado ‘The Mountain’ espeta: «Podéis decir que soy demasiado joven, podéis decir que soy demasiado viejo, podéis decir que me gustan las chicas, o los chicos, lo que os encaje». Pero hay una anécdota mucho menos sexy que explica el álbum aun mejor. Cuando estaba escribiendo ‘Heart of Gold’ junto al productor Scott Harris, sin saber muy bien de qué iba, Scott le dijo: «¿tú no tenías un amigo que murió de sobredosis?». Y Shawn lo negó, pese a que había sido el caso de un amigo de su infancia, Deijomi, sobre quien obviamente sí versa ‘Heart of Gold’. Tal era el caos mental en el que estaba sumido el cantante, que ni se dio cuenta sobre lo que estaba escribiendo.
Para expresar sus emociones más íntimas, Shawn Mendes ha elegido una producción muy espartana. Las canciones son acústicas, muy próximas a su esqueleto mínimo durante el proceso compositivo, con algún rasgo muy ligeramente country (‘That’s the Dream’, ‘Rollin’ Right Along’) o incluso cercano a Bob Dylan por el uso de la armónica (‘Isn’t that Enough’). Algunas son tan cortas que apenas sobrepasan el minuto de duración, y ‘That’ll Be the Day’ es apenas un susurro, reafirmando que el artista no estaba para ornamentos ni dramatizaciones con orquesta: bastante tenía con salir adelante tratando de encontrarse a sí mismo.
Es un gesto que ‘Heart of Gold’ sea una de las canciones más pop, una de las más alegres, seguramente porque sea lo que merezca en el más allá su amigo Deijomi, con el que compartía la misma sensibilidad y ese carácter retraído. ‘Heavy’ vira hacia el góspel, al modo en que lo entendería Ed Sheeran. Sin ofrecer las estructuras ni las letras más complejas, porque distaba mucho de ser su objetivo -en ese sentido hace flaco favor que al final aparezca una versión de ‘Hallelujah’-, este sí es ese disco que nos va a hacer mirar al artista con otros ojos. Creérnoslo mucho más. El álbum, claro, solo se podía llamar ‘Shawn’.