Escuchar un álbum de Julia Holter es abrazar el misterio. Sus aventuras sonoras te retan tomando formas inesperadas y te atrapan gracias a su sugerente cualidad atmosférica. Lo mismo puede decirse de sus actuaciones en directo, como la que ofreció anoche en Madrid presentando su excelente último disco ‘Something in the Room She Moves‘. La sala Shôko, con sus luces rojas parpadeantes en las paredes y su estética moderna, funcionó como el entorno idóneo para el concierto de la artista californiana.
Acompañada de otros tres músicos (batería, bajo, sintetizador), incluyendo a su marido Tashi Wada, cada uno con su partitura, Holter se situaba en el medio con un sintetizador delante e inauguraba la noche con la juguetona y luminosa ‘Sun Girl’. Detrás de los músicos, una pantalla proyectaba una catarata de imágenes en movimiento de dibujos abstractos, manos zarandeándose en el aire y bosques frondosos. En el escenario, varias máquinas de humo se encargaban de dotar al espacio de misticismo.
La artista y su banda no tardaron en instaurar un clima onírico y hechizante. Los múltiples sonidos viajaban de una parte a otra de la sala, resultando a veces incapaz saber de dónde procedían; la voz de Holter, delicada y potente, viajaba directa al corazón de los allí presentes. Sus canciones largas, llenas de capas y enigmas, sonaban inmensas, transformando su naturaleza árida a la más pura épica. Tanto que a uno se le llega a pasar por la cabeza la alocada idea de que, si Julia Holter quisiese adaptarse a estructuras convencionales y abandonar su vocación experimental, podría llenar estadios perfectamente. Su dominio y conocimiento musical es total, y así lo demuestra su variedad de registros y tonalidades.
Sus canciones más convencionales, las de ‘Have You In My Wilderness‘, como ‘Sea Calls Me Home’ o ‘Feel You’, arrancaron algún tímido intento en el público por cantarlas, pero la presencia de Holter es tan especial que colectivamente se tomó la decisión de permanecer callados. De su más reciente trabajo rescató 5 temas, todos ellos aguantando con nota la prueba del directo: la mencionada ‘Sun Girl’, ‘Spinning’, ‘Evening Mood’ y ‘Talking to the Whisper’. Esta última nos regaló uno de los momentos más memorables del concierto gracias a su maravillosa progresión, en la que tras pronunciar la frase “love can be shattering”, la canción se pierde en un misterioso tramo instrumental. Entre los instantes más espectaculares de esta parte destacan cuando la batería arrastró una de las baquetas por el platillo del instrumento, logrando un sonido chirriante e inquietante, o cuando Wada abandonó su posición en el sintetizador para tocar la gaita.
Estos clímax sobrecogedores también estuvieron muy presentes en canciones más antiguas, como en ‘Marienbad’, de su primer disco ‘Ekstasis’, que en su momento más álgido gira hacia prácticamente el silencio. Por supuesto, también brillaron dos de los temas más queridos de Holter, ambos de su exigente y bellísimo ‘Aviary’: la emocionante balada ‘Words I Heard’ y esa joya art pop que es ‘I Shall Love 2’, que sirvió de cierre definitivo de una velada para el recuerdo.