A golpe de thriller. Así se ha convertido Rodrigo Sorogoyen en uno de los directores estrella del cine español: thriller criminal (‘Que Dios nos perdone’), político (‘El reino’), policiaco (‘Antidisturbios’), rural (‘As bestas’), distópico (‘Apagón’)… Sin embargo, en sus inicios, el director madrileño estaba más interesado en los dramas de pareja que en los policiales. De hecho, viendo la carrera en solitario de su guionista habitual, Isabel Peña, con intrigas de terror tipo ‘Jaula’ (2022) o ‘El llanto’ (2024), posiblemente sea ella más fan del género que él.
No parece casualidad, por tanto, que, tras una década juntos, ‘Los años nuevos’ (Movistar+) sea el primer trabajo de Sorogoyen sin Peña (cuenta el director en una entrevista en Caiman que a ella el tema de ‘Los años nuevos’ no le interesaba demasiado). La serie comienza casi como un reboot en clave romántica de ‘Stockholm’ (2013). Un chico-conoce-a-chica que, teniendo en cuenta quién es el actor protagonista (Francesco Carril) y las canciones que suenan (Nacho Vegas), parece casi una película de Jonás Trueba (de hecho, en ‘Volveréis’ hay una escena rodada en el rodaje de la serie).
Pero las similitudes se quedan ahí. La serie avanza por territorios temáticos y estilísticos cien por cien Sorogoyen: largos planos secuencia, extraordinariamente coreografiados (los otros dos directores, David Martín de los Santos y Sandra Romero, han seguido la misma línea), capaces de transmitir una sensación de naturalidad, de experiencia inmersiva, realmente asombrosa. En eso Sorogoyen es un maestro. Da igual que sea una carga policial, una conversación de bar en una aldea gallega o una discusión en un taxi: como espectadores, siempre estamos dentro.
‘Los años nuevos’ narra una relación de pareja (impresionantes Iria del Río y Carril) a lo largo de diez años a través de diez nocheviejas. Esta estructura narrativa permite a las guionistas (Paula Fabra y Sara Cano) extraer un enorme partido dramático de las elipsis. Por un lado, jugando con las expectativas del espectador, que no sabe qué ha ocurrido de un año a otro y tiene que poner de su parte. Y, por otro, como desafío creativo, imaginando variaciones sobre una misma celebración, el cambio de año.
La división en dos partes no es baladí. Los primeros cinco episodios tienen un tono más de melodrama romántico, una historia de amor que alcanza un punto de efervescencia en el extraordinario capítulo ambientado en Berlín (de lo mejor que ha rodado Sorogoyen). Los cinco últimos son más reflexivos y existenciales. Una mirada más amplia y sosegada a las relaciones afectivas, también con un punto de ebullición final: un último capítulo, rodado en una sola toma, que, a diferencia del quinto, resulta algo artificioso y no está tan bien escrito.
Mención aparte para la música. La selección de canciones (compartidas por Movistar), casi todas sonando de forma diegética, funcionan tremendamente bien como recurso dramático para caracterizar a los personajes, como banda sonora sentimental de la pareja y como retrato generacional (treintañeros urbanos de clase media). Además, la serie incluye un tema original, ‘Los años nuevos’, de Nacho Vegas, en lo que es su debut como compositor para una ficción audiovisual.
En suma, ‘Los años nuevos’ es un nuevo triunfo para Sorogoyen, que lleva una racha creativa espectacular (el año que viene estrenará ‘El ser querido’, con Javier Bardem y Victoria Luengo), y también para Movistar+, insuperable en cuanto al nivel de producción de series nacionales en los últimos años.