Libros sobre los Smiths hay muchos. La trayectoria del grupo fue breve en duración, pero gigantesca en repercusión: un mito tan grande que necesita de mucha literatura para ser explicado. De todos ellos, este ‘Canciones que te salvaron la vida. The Smiths’ de Simon Goddard tiene la fama de ser la enciclopedia definitiva del grupo. Goddard lo publicó por primera vez en 2002 y lo fue ampliando en sucesivas ediciones. Se edita por primera vez en castellano de la mano de Ondas del Espacio, en una cuidadosa traducción de Javier Peleteiro.
Este es un exhaustivo compendio de la obra de los Smiths. Incluye la lista de los conciertos, las canciones que tocaron en ellos, cuándo y dónde empezaron y dejaron de tocarlas, las apariciones en la BBC, el arte de sus carárulas… Pero el cuerpo principal, claro, son las canciones. Goddard las lista en orden de grabación, no de publicación, inéditas incluidas.
Habitualmente, este tipo de propuestas suelen ser farragosas, llenas de detalles técnicos, solo aptos para completistas acérrimos. Pero el estilo de Goddard, entre lo riguroso y lo emocional, el crítico y el fan, consigue el raro milagro de que la información fluya, se lea con interés. Ayuda que abra con una introducción sumamente melodramática y rebosante de humor a la vez. Como el propio grupo.
Los textos son jugosísimos. Goddard explica la génesis de las canciones, cómo se grabaron, dónde y con quién. Goddard se centra especialmente en el genio de Johnny Marr, en cómo fue consiguiendo melodías y arreglos, sin escatimar en detalles sobre préstamos y robos. Tanto de músicas como de letras, porque aquí la lírica de Morrissey es bien rastreada, señalando todos sus saqueos, con especial hincapié en la deuda permanente con Shelagh Delaney, a quien Mozz rendía incondicional pleitesía. Por supuesto, la frase atribuida a Picasso de “Los grandes artistas copian. Los genios roban” aparece varias veces.
Todo está bien lleno de declaraciones de todos los participantes, recopiladas de entrevistas la mayoría, pero también con alguna de primera mano. Goddard es sumamente subjetivo, a pesar de su aparente objetividad. Hay apreciaciones de canciones que hacen arquear la ceja (la final sobre ‘Ask’) y confieso que también me causa cierta desazón ver destripada la magia de tantas canciones amadas. Pero esto lo compensa con pasión. Y tampoco cae en sensacionalismos, a pesar de que la relación Marr-Morrissey se presta a ello.
Los fans fatales quizás ya conocerán todos los detalles de todas las canciones. Los que somos más de escuchar y preferimos mantener cierto misterio, encontraremos montones de datos sorprendentes, que ayudarán a gozar (aún) más de un legado eterno.