Lorde se convirtió en un referente para los adolescentes de todo el mundo en el mismo segundo en que publicó ‘Royals’. Recordémoslo de nuevo porque pocas veces un debut ha contenido tal cantidad de pistas de lo que después ha sido una carrera. En ‘Royals’ confesaba que «nunca había visto un diamante», que se avergonzaba de su casa, que contaba el dinero que tenía para una fiesta, junto a sus amigos, en el tren. Que si conducía un «Cadillac» tenía que ser «en sueños». En su videoclip, el equipo de maquillaje decidió no disimular el acné de los actores. «Tener defectos está OK», fue un titular recurrente en aquella época.
Con el carnet de la autenticidad por bandera, Ella Marija Lani Yelich-O’Connor se superó con un segundo disco post-ruptura que no era el típico disco post-ruptura. ‘Melodrama‘ tenía mucho de su nombre, pero terminaba siendo en verdad una celebración de la soledad, un recuerdo que dejaba buen sabor de boca. Y el tercer álbum, ‘Solar Power‘, ridiculizado por su carácter naíf, hippy y «flower power», casaba en verdad con las ansias anticapitalistas que al fin y al cabo ya estaban en la letra de ‘Royals’. Que no hacía falta mucho para ser feliz.
‘Virgin’ es un reinicio para Lorde tras el fracaso de su tercer disco. En cierto modo es una derrota haber vuelto de manera tan evidente al sonido electropop de ‘Melodrama’, trabajando sin demasiado riesgo junto a gente como Dan Nigro (Olivia Rodrigo) o Jim-E Stack. Sin embargo, el camino es el correcto, sobre todo teniendo en cuenta cuáles son los objetivos de Lorde. «La mejor música pop es catártica», acaba de declarar ella misma, y por eso ha de ser que los tres singles de adelanto conducen sin frenos hacia el clímax.
Un clímax al que llegan, igualmente, sin exceso de velocidad, con la sutileza y el estilo que la artista ha trabajado en distintos momentos de su vida con distintos productores, de Joel Little a Jack Antonoff, y por los que por tanto ya solo debemos acreditarla a ella misma.
Da igual que entendamos ‘What Was That‘ como una prima hermana de ‘Green Light’, que ‘Hammer‘ introduzca una electrónica diferente que se echa de menos en más grabaciones, o que ‘Man of the Year‘ comience con un punteo que suena al mismísimo Lou Reed para luego introducir otros elementos siglo XXI. Ni la indietrónica de ‘Shapeshifter’, ni el vocoder que domina casi al completo ‘Clearblue’, ni los beats un poco más industriales de ‘GRWM’ pueden ocupar el primer plano frente a mensajes tan arrolladores como los que contienen estas composiciones. La artista que conocimos en ‘Royals’ es la misma, pero hay cosas que han cambiado y lo que nos está ofreciendo en ‘Virgin’ es un señor viaje.
Después de ‘Solar Power’, Lorde pasó un tiempo en Londres, y allí tuvo unos meses para recapacitar sobre qué estaba siendo de su vida entre «la pandemia, su carrera, [la ruptura de] su relación personal». La decepción amorosa está y sigue siendo tan buena retratista de ella como siempre. Pero sobre todo ‘Virgin’ es el resultado de mirarse en un espejo -una imagen que aparece de manera reiterada aquí- y preguntarse quién es. Lorde ha desconcertado al mundo indicando que no se siente ni hombre ni mujer, lo que ha manifestado específicamente en ‘Man of the Year’ y ahí ha sido Chappell Roan quien ha cogido el toro por los cuernos y le ha preguntado «¿entonces eres no binarix?». Y Lorde ha respondido: «Soy mujer. Menos los días que soy hombre». Algunos ¿fans? han dudado de la profundidad de sus declaraciones, pero aunque fuera impostada, ‘Man of the Year’ seguiría funcionando, pues habla de manera muy emocionante sobre esas dudas: «¿quién va a quererme así?», se pregunta desesperanzada, como lo estaba en ‘Liability’.
Esta búsqueda de la identidad lleva a Lorde a regresar a su infancia o a preguntarse por sus padres. Hay un tema llamado ‘Favourite Daughter’, en el que habla sobre cumplir con ciertos «roles», ejerciendo de «actriz». Apela a su madre en mitad de ‘Current Affairs’. ‘Clearblue’ recibe su nombre de un test de embarazo tras haber dejado sus anticonceptivos habituales por un problema ginecológico (de ahí el DIU de la portada), hablando entonces del origen de sus genes. Y por si alguien no tuviera suficiente con esta canción que a ella misma tanto le cuesta escuchar, justo después, en ‘GRWM’ se define como «el trauma de mi madre. Desde 1996, he estado buscando una mujer adulta». Lo habéis adivinado: ese fue su año de nacimiento.
«Soy una zorra intensa» es el titular que Lorde dejaba hace un mes en Rolling Stone, pero lo mejor de todo es que no lo es en absoluto. Una «intensa» no construiría un estribillo brillante a base de «ohs» y «ahs», como sucede en ‘Hammer’. Ni un final tan bonito y orgásmico como el de ‘Shapeshifter’, esa preciosidad en la que canta «he estado en un pedestal pero esta noche quiero dejarme caer». Ni te metería de lleno en sus historias de cama como lo hace en ‘What Was That’ con frases tan sencillas como «nos besamos durante horas» o «fue el cigarro más importante de mi vida». Ni serviría coño –literal– en la edición física de ‘Virgin’. Ni haría reír en las entrevistas como lo está haciendo. Las emociones en ‘Virgin’ pueden ser eso -intensas-, están a flor de piel. Pero ella jamás será una pesada. Jamás lastre. Jamás «liability».