El disco de Juanjo Bona es probablemente el mejor debut de un artista salido de Operación Triunfo. Y por aquí desde luego no lo vimos venir: apegado a su prodigiosa voz, lucía como el típico concursante más pendiente de la perfección técnica del instrumento que le había venido regalado, que de la libertad creativa y el riesgo. Sus referentes era gente como Luis Miguel, David Bisbal o Pablo López. Y ha terminado produciendo música con Marcel Bagés; escribiendo con la única gente que quedaba en pie en el verdadero indie español después de la pandemia: El Buen Hijo y Confeti de Odio, además de Fresquito y Mango.
Fuera de este álbum, pero siempre en nuestros corazones, no olvidemos su dúo con Martin trabajado junto a Hidrogenesse, ‘El destello’: una pequeña maravilla de silbidos y devoción mutua. «Ya está, no hay vuelta atrás», decía el estribillo, que versaba sobre los misterios del amor.
Rodearte de buenos talentos, beber del underground, no otorga automáticamente un buen álbum. A Ana Torroja no le salió muy bien, por dar un nombre. Lo bueno de ‘Recardelino’ es que estos pequeños grandes artistas no le han dado en absoluto maquetas sobrantes o canciones sobre cuya calidad dudaban, sino que se han sentado con él para ayudarle a orientarse al salir de un programa de esta magnitud, cuando él mismo apenas sabía por dónde le daba el aire. En tiempo récord, han sacado lo mejor de él mismo, lo más original, lo que solo tenía él.
‘Recardelino’ es un álbum 100% Juanjo Bona, tan Juanjo Bona que da varias vueltas en torno a su pueblo aragonés, Magallón, de 1.100 habitantes. «No llega a 1.100 y bajando», corrige en una entrevista que publicaremos la semana que viene, y en la que demuestra que ha hecho los deberes en cuanto a documentación, hablando con historiadores, músicos y cuidando hasta el último detalle.
El disco se divide en tres partes: una primera que representa su infancia y su pueblo, una segunda que supone su encuentro con la gran ciudad al marchar a estudiar a Madrid, y una última que representa el amor. La intro se compone de tarareos de cosas que ha escuchado en desde niño, las jotas y las melodías de la canción popular funcionan a modo de leit motiv a lo largo del álbum (ese cierre), y la instrumentación del tipo bandurrias tiene una inspiración reconocida en las bandas municipales.
Ese apego al pueblo vincula este proyecto con otros tan queridos por aquí como los de la pionera Lorena Álvarez o Rodrigo Cuevas. Pero además, Marcel Bagès y David Soler le han empujado en varias direcciones, y canciones como ‘Moncayo’ o ‘Villano’ suenan ambiciosas. La primera tiene unos juegos vocales que parecen inspirados en ‘Medúlla’ de Björk, y la segunda, un punto de vals lisérgico que se aproxima a los territorios de Animal Collective. Poca broma.
El propio Juanjo reconoce que no tenía los mismos referentes antes de entrar en Operación Triunfo y que está descubriendo muchísima música. Sin embargo, toda esa modernidad que se ha puesto sobre letras bucólicas y entrañables, de búsqueda de uno mismo, no suenan impostadas: están integradas en su justa medida con su interpretación vocal, que no va a consentir arrinconarse en un segundo plano de ninguna manera. La producción y los detalles de ‘Moncayo’ y ‘Villano’ molan un montón, ¿pero qué hay de su interpretación al final de una o de cómo se entrega a la verbena en la mitad de la otra?
También se agradece que el disco tenga canciones sencillas, divertidas, pegadas a la tierra, que cada producción no sea más pomposa que la anterior. ‘Virgen de Magallón‘, de manera improbable, recupera una leyenda del siglo XIII sobre dos familias que se enfrentaron a matar, hasta provocar la desaparición de la Virgen del pueblo. El tono y los diálogos son jocosos, y los trucos vocales, casi imperceptibles, pero muy simpáticos. ‘Golondrinas’ es una canción de autor más sencilla, confesional. ‘Me sabe mal’, un pop 60’s muy ameno. Y ‘Mis tías’, una entrañable composición sobre el paso a la vida adulta con varios requiebros melódicos inspirados.
‘Recardelino’ se cierra -como no podía ser de otra forma- con el regreso de ‘La Magallonera’ y el típico tema de aceptación, redención y reencuentro, que aquí se ha llamado ‘Últimamente’ y recuerda a los típicos medios tiempos épicos de Brit Pop. A Bernard Butler escribiendo para Duffy, a maravillas como ‘Distant Dreamer‘. «Quiero volver donde están mis raíces, quiero volver donde están mis padres», canta Juanjo junto a un coro, apelando a «todo lo que soy y fui». ¿Cuáles son los puntos flojos del álbum? ¿Este final de disco está demasiado visto? ¿A ‘Nuestra forma de hablar’ le sobra su coda a lo ‘Creep’? ¿La ‘Intro’ es demasiado larga? ¿Alguien buscando la letra más naíf de todo el disco para menospreciarlo porque ya no recuerda el día que marchó de casa, regresó al pueblo y lloró, o se enamoró de verdad por primera vez? Nah: este disco es -voy a decir esa palabra- bonito. De hecho, es precioso.