Se dedica uno de los últimos singles de Zahara a enumerar cosas de las que hay demasiado: «demasiadas canciones», «demasiado pódcast»,
demasiado todo. Una de las frases más celebradas en directo por la audiencia es «demasiadas pocas mujeres tocando en festivales». Y otra, «demasiado señoro». En vivo se proyectan carteles de festivales copados por artistas masculinos, sin dar sus nombres. Este tema puede enfadar a algunos y también favorecer la contratación de la artista a la vez. De momento, SanSan es el segundo festival de la temporada en que Zahara presenta ‘Lento ternura‘ y su presencia en uno de los escenarios grandes se hizo más necesaria que nunca. Sobre todo, al salir justo después de Siloé.
Es el concierto de Siloé un cúmulo de clichés del rock&roll y de testosterona. Fito Robles es un dechado de buenas intenciones: comienza el concierto desde la torre de sonido, en acústico, sorprendiendo a un público hasta ese momento de espaldas; apela al valor de la «humanidad», introduce el nombre de los compañeros de profesión que actúan en el festival en sus propias canciones, por introducir, introduce hasta aquel que está tocando al mismo tiempo en otro escenario, al que apela hasta en dos ocasiones (Luis Fercán). Todo de buen rollo, aunque por alguna razón aderezado con un récord Guinness de palabras malsonantes por hora.
Proliferan camisetas entre el público con el mensaje de una de sus canciones, «¿Qué tal si mandamos a todos a tomar por culo?», quizá porque el líder de Siloé pronuncia más palabrotas que un adolescente de 13 años. Robles celebra la llegada de «la temporada de putos festivales, coño», grita «que Dios bendiga la musica de este fucking país», hace peinetas con todas las manos que tiene cuando canta «tengo un par de sugerencias», proyecta la frase «dónde coño estabas tú» mientras la canta para que quede bien clarito, y finalmente se toca los huevos mientras dice aquello de «reza por mí». Como un Bunbury venido arriba (Héroes del silencio son una referencia tan evidente que al final del concierto se pincha su música), el líder de Siloé busca cantar al ritmo que se mueve la noria del festival, vibrar sin camiseta con ‘Song 2’ de Blur y chillar sobre «las ganas de joder». Como ese amigo estresante que siempre tiene que estar bien arriba y no «puto calla», Siloé dejaron poco espacio para que alguien se fijara en sus canciones entre exabrupto y exabrupto. Eso sí, tienen más público que nunca después de años y años de carrera. Poca gente dio más tumbos por toda la industria musical. Insisto en que si de alguien se vieron camisetas ayer, fue de Siloé.
A continuación y, como decía, en necesario contraste, el «Michy’s Army» de Zahara. Su «crew» viste de negro y rosa, en promoción de su nuevo disco ‘Lento ternura’, que suena casi en su totalidad: hasta 8 canciones. Se sacrifica justo la que presentó en televisión, ‘Soy de un pueblo pequeño’, quizá por no resultar demasiado festivalera, pero encabeza el set el principio del disco en estricto orden: ‘Formentera’, ‘Yo solo quería escribir una canción de amor’ y ‘Nuestro amor’. Zahara es en ese momento una especie de ánima que se arrastra por el escenario entre nubes de colores, trasladando al público a un mundo mágico aunque turbio, con cierto componente tóxico. Pronto introduce éxitos pasados como ‘Merichane’, dedicado a las personas trans; una revisión minimalista de ‘Caída libre’ y otra de ‘Guerra y paz’ sin Santi Balmes -ni ya tampoco los coros de Martí Perarnau IV-, beneficiada por un montaje de cámaras precioso.
Vuelven los primeros planos de Zahara para la impresionante y muy Björk ‘La violencia’, aunque el momento escenográfico más comentado será la interpretación de un medley a la guitarra eléctrica desde el interior de un policlín. El policlín de la portada de ‘Lento ternura’. Zahara se tumba encima del váter para bromear sobre los pisos alquilados a 1.500 euros de Madrid a los que le recordaba, y fue ahí donde logró callar a las masas en solitario con un cruce entre ‘Zahara’ de Judeline y su propio hit, ‘Con las ganas’, que vuelve en parte a su repertorio. La artista continuó defendiendo canciones nuevas como ‘¿Era esto la vida?’ y ‘Tus michis’ sobre una cinta de correr, reservando para el final aquello que tan bien funcionaba en la rave de ‘Puta’: la suma de ‘Hoy la bestia cena en casa’ y ‘Berlín U5’. Hay partes del set que no son aptas para las masas de un festival, incluso la «rave» tiene algún margen de mejora en su búsqueda del subidón máximo, pero se agradeció ver un show, ya no realizado e ideado por una mujer, sino pensado, trabajado incluso en los colores y tonalidades y con su propio hilo narrativo. También que la cantante lograra sacar maricas de debajo de las piedras para verlo.
Después de Zahara, más hombres, en concreto Hombres G. La banda de David Summers no pudo alcanzar más éxito comercial en 1985 y 1986 -juro que un día fueron una «boyband», Javi Molina incluido-, pero quién habría adivinado que letras como ‘Marta tiene un marcapasos’ serían entonadas con devoción, 40 años después, por gente que ni siquiera había nacido.
El concierto de Hombres G estaba lleno de niños, desde las primeras hasta las últimas filas. Es como si una generación de padres hubiera decidido criar a sus hijos a ritmo de temas como ‘El ataque de las chicas cocodrilo’. El show fue una fiesta de hits en la que destacaron ‘Voy a pasármelo bien’ -realmente un «opener» perfecto- ‘Te quiero’, y al final ‘Venezia’ -qué gran pre-estribillo y qué gran estribillo-, seguida de ‘Devuélveme a mi chica’. Había que estar de muy mal humor para enfadarse con lo de «voy a vengarme de ese marica», cuando rima con una cosa tan tonta como «polvos pica-pica». Hombres G no son pulcros en la escenografía y consienten varios planos en que se ve claramente su teleprompter, pero sí en sonido: una enorme banda les acompaña, a destacar los metales en ‘Visite nuestro bar’, todo un viaje a Jamaica, quizá por la vía de The Clash; no tanto la joven corista, única integrante femenina de toda la banda, cuya voz no se intuyó ni un poquito.
Dani Fernández también tiene su propia canción sobre «soltarse el pelo» y de alguna manera parecía la versión millennial de Hombres G. Su banda de pop-rock de toda la vida se ha ido abriendo un hueco en el mercado hasta representar la principal apuesta nacional de Warner España en 2024 y el público respondió abarrotando su escenario. Diría que su público se ha multiplicado por 4 desde la última vez que le vi en un festival, en Mallorca Live. Su voz rasgada es del gusto de las masas, tanto como canciones como ‘Todo cambia’ y ‘Me has invitado a bailar’ y por supuesto, un clásico ya: su versión de Supersubmarina. Dani afronta que está recibiendo críticas online tipo «¿quién eres tú para cantar esta canción?», pero aseveró que va a seguir tocando ‘Supersubmarina’, porque es una canción que «le ha salvado a él y a mucha gente», «hasta que los propios Supersubmarina se lo digan». Y eso después de lo que se vio en Sonorama, no va a pasar.
Por la tarde, Nudozurdo se habían enfrentado a un público menos numeroso obviamente y también menos entusiasmado. Dada la calidad de clásicos como ‘Mil espejos’, «Úrsula» o ‘Prometo hacerte daño’, da la sensación de que el grupo se separó en el momento más inadecuado y además ha vuelto en el momento inadecuado, lo que por otro lado casa con su eterna imagen medio trágica y medio desgraciada. O eso o simplemente su música de corte apocalíptico no está hecha para sonar a las siete de la tarde, sino a oscuras. ‘El hijo de Dios’ volvió a ser la canción más celebrada: aunque jamás fue la más escuchada, siempre será la favorita de los directos.
Cerré la noche, antes de la carpa Santuario, con ese medley constante de hits que ya la gente solo aguanta 15 segundos antes de hacer scroll a otra cosa, lo que puede incluir lo mismo ‘Just Dance’ de Lady Gaga que ‘DTMF’ de Bad Bunny, con un poco de Maestro Espada y un poco de Dorian, que coincidían de pleno. Los murcianos tienen un directo impresionante pese a ser solo un trío en vivo. Sonaron nítidas las percusiones, las bases y sus intenciones experimentales, frente a un público reducido pero muy interesado, atento y despierto. Entre los mejores directos del día. Y lo mismo puede decirse de la profesionalidad de Dorian, que aprovecharon la interpretación de ‘Dual’ para defender la libertad sexual: «STOP cromañones, STOP estupideces». Cañón de confeti aparte, desplegaron un sonido brutal, que simplemente no podía sacar más brillo a teclados y detalles, interpretando su repertorio de éxitos habitual, a destacar ‘Los amigos que perdí’, ‘Cualquier otra parte’ y ‘La tormenta de arena’. El grupo pelea también por ir integrando entre ellos canciones de su último disco, como ‘El sur’ o ‘Materia oscura’. Un buen show que lucía a cabeza de cartel.