Música

Madrid necesita urgentemente otro Brava

Lo primero que hacía la gente cuando te la encontrabas en Brava era justificar por qué había ido a un festival vinculado con fondos israelíes. Yo también empezaré por ahí: he ido a Brava porque después de 22 años en esto del periodismo musical, era la primera vez que la noticia musical estaba en mi pueblo. A veces la he buscado, pero nunca estuvo tan claro. Eso y que ver esas hordas de maricas en el Recinto Ferial donde celebré todos mis cumpleaños adolescentes era algo que hasta me dolía perderme.

La llamada al boicot ha sido un rotundo fracaso. Hace unas semanas titulaba ABC que los festivales de KKR han subido de asistentes y Brava no se ha resentido siquiera del cambio de recinto a Torrejón de Ardoz. De hecho, el último tren te acerca a Atocha en 20 minutos: llegas al centro de Madrid más rápido que desde Ifema. Ni siquiera la peor campaña de comunicación que recuerdo a un festival les ha perjudicado. Fuera de las redes sociales, parece que a nadie le ha importado que artistas del tamaño de Villano Antillano desaparecieran del cartel sin hacer mención de ello; ni la negativa a responder preguntas de la prensa (¿cuán siniestra pudo ser la reunión en la que se decidió eso?), ni esa única condena, atropellada, del genocidio en Gaza el mismo día que empezaba el evento. «Si hubieran hecho el comunicado de esta mañana hace un mes, me habría ahorrado muchas dudas», me dijo un conocido.

El éxito de Brava no se explica por su cartel, sino por el espacio seguro que representa. En un Madrid a veces hostil, de voto eminentemente conservador, gobernado por una sionista anti-trans cada día más perturbada, el público LGTBIQ+ necesita lugares donde expresarse. Festivales donde ser una misma. Ver los Cercanías plagados de gente vestida de rosa (era el «dress code» del viernes), ver todo el andén de la estación lleno de gente vestida de rosa me pareció -voy a decir esa palabra- muy bonito. Ojalá el festival pueda desvincularse de sus fondos israelíes y seguir su camino al margen de ellos. No somos tan modernos como Barcelona: Madrid necesita urgentemente algo como Brava.

También sería necesaria una mejora en la organización. La primera jornada estuvo marcada por el caos, y no solo porque lloviera (chispeó un rato). El viento produjo problemas técnicos en las pantallas de La Casa Azul, que suspendieron nada más empezar. Allí nadie comunicó nada: de nuevo, el obscurantismo. También el aire conllevó un retraso a Miss Caffeina, que se vieron obligados a recortar nada menos que unas 4 canciones. Chanel salió media hora tarde y de hecho hubo quien llegó a dudar que fuera a actuar. Durante una larguísima hora, resultó que no había shows en ningún escenario. Solo el buen rollo imperante y la complicidad en el ambiente impidieron que aquello se convirtiera en una revuelta tamaño Festimad.

Miss Caffeina salvaron la noche con un sonido excelente: cada línea de guitarra y cada riff de teclado rugía. Alberto luce una voz estupenda y los clásicos del grupo aparecen renovados al detalle. Ahora ‘Oh! Sana’ tiene una interpolación de ‘Beat It’ de Michael Jackson, y ‘Cola de pez’ de la parte de Mel C de ‘Wannabe’ de Spice Girls. El grupo ha integrado ya su nuevo single ‘Debería estar brillando’, tuvo que dejarse en el tintero el estupendo nuevo single ‘Que seas feliz’, pero el público al menos sí lo pudo dar todo con ‘Venimos’, ‘Prende’ (sus dos temas más sexuales), ‘Merlí’ y ‘Mira cómo vuelo’. Fue una pena que también tuvieran que prescindir de ‘Reina’, más en un lugar como Brava, lleno de las mismas.

Chanel salió a las 22.10 acompañada de un grupo de bailarines y bailarinas que no dejó de darlo todo. Las últimas canciones de la artista destacan por su intención casi exclusivamente percutiva. Los beats que «token» y «reboten» son lo más importante de producciones como ‘Antillas’, no tanto las melodías; se nota que Chanel era antes que nada bailarina. La artista estrenó su próximo single ‘Matahari’, en la línea de lo último que ha venido haciendo, y dejó para el final ‘Clavaíto’, que suena con Abraham Mateo pregrabado, y ‘SloMo’, que sí incorpora la coreografía realizada en Eurovisión en contra de los rumores. Chanel llama a sus fans M&M’s por constar de «mujeres y maricones». De nuevo, el Brava era su hábitat natural.

Mi última hora en Brava la dividí entre Ms Nina y Anastacia, dos propuestas que no podían ser más diferentes. Ms Nina hizo en bragas un concierto muy disfrutón, lleno de hits como ‘Los Ángeles’, recordando que ‘Revolea’ es «mover el ojete» o que ‘Tristechonda’ es sobre «estar triste y cachonda». Ni triste ni cachonda, Anastacia ejerció como buena cabeza de cartel, con una solvente banda de músicos y coristas, que no dependía tanto de lo performativo como algunos compañeros de escenario. Fue un buen concierto de pop-rock con algún tinte disco, en el que ‘Left Outside Alone’ fue dejada para el final. Consciente de que estaba en una suerte de fiestas de pueblo, en las que no todo el mundo había ido a verla a ella, integró un popurrí interpretado por su banda, en el que sonó ‘Vogue’, ‘This Is How We Do’ y hasta un tema de Backstreet Boys.

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Publicado por
Sebas E. Alonso