Me encanta Dan Bejar, aka Destroyer. Me encanta esa manera que tiene de retorcer el pop, coger el synth, el blue eyed soul y otros géneros refinados y sedosos de los 80, hasta fragmentar las canciones, hacerlas esquinadas, algo ariscas, pero muy subyugantes. Amo mucho esa capacidad que tiene para ensimismarse, acercarse peligrosamente al tedio y huir de él.
Por eso, ay, no amo tanto este ‘Dan’s Boogie’, su 14º disco. Porque esta vez, se le ha ido la mano y la amenaza que se cernía en sus anteriores discos de caer en el aburrimiento, sin que felizmente ocurriera, se ha materializado en este. ‘Dan’s Boogie’ se hace algo pesado.
Sobre el papel, el álbum pinta muy bien: Destroyer continúa con su equipo habitual, John Collins a la cabeza en la producción. Pero esta vez, Dan quiere convertirse en un piano-man. Dan se desmaterializa, dice que cierra la etapa ‘Kaputt’, como explicaba en MondoSonoro. Pero las buenas sensaciones se desvanecen pronto. No hay más que escuchar el inicio con ‘The Same Thing as Nothing at All»: unas líneas de sintetizadores de lo más sugerentes que prometen mucho, pero la canción se escurre sin que acabe de dejar poso. Bejar esta vez no sale tan bien del embrollo.
Por supuesto, hay canciones muy buenas: ‘Hydroplaning Off the Edge of the World’, sobre colchones de sintetizadores y un lalalala efervescente. Es fragmentada, pero animada, luminosa y eufórica. ‘Bologna’, es espacial, intensa, con la voz de Simone Schmidt, fuerte e imperativa, dando réplica a Bejar. Una canción extrañada, un tanto alucinada, próxima al Bowie futurista.
El resto es solo agradable de escuchar: tienes la voz de Dan, el exquisito envoltorio, que siempre trata con tanto mimo. Ora elegante, ora tirando hacia el dream pop incluso, lleno de detalles deliciosos, espectaculares arreglos, todo hecho con fuste, con mimo, orgánico. A veces incluso se pone jazzy (‘Dan’s Boogie’), Pero, ay. Las canciones no aguantan en la memoria, incluso aburren un poco. Quizás este ‘Dan’s Boogie’ sea el disco más suave, menos “quebrado” de Bejar. Y quizás es por eso el menos memorable.
Pero nunca hay que lanzar la toalla: hacia el final, llegan dos de las mejores canciones. ‘Cataract Time’ es larga, casi 8 minutos. Pero pasan volando gracias a su guitarra tan limpia, ese aire oceánico, el arpa… Es tan juguetona como melancólica: otra de las piezas grandes de Destroyer. Y el número final, ‘Travel Light’, en que Bejar parece cantar solo a piano la pieza de algún olvidado musical, en una sala vacía de madrugada, tiene esa magia que buscamos en Destroyer. Sí, la magia sigue estando: pero esta vez es más esquiva y cuesta encontrarla.
Destroyer actúa en Monkey Week, el 20 de noviembre en Donosti, el 21 en Santander, el 23 en Valencia y el 24 en Madrid.
