Los conciertos de Carlos Ares se han convertido en un «must» de los festivales españoles. Una amplia banda de corte hippy que lo mismo te puede entonar un folk americano a lo Fleet Foxes que sumar unas pequeñas notas electrónicas a lo Daft Punk. Las progresiones de los multiinstrumentistas, a veces durante varios minutos, resultan especialmente envolventes cuando va cayendo el sol.
‘La boca del lobo’ es el segundo álbum del autor gallego, que él mismo entiende como «un complemento» al que fue su debut, ‘Peregrino‘, en el que halló su dirección artística y su identidad. De hecho, es que muy pocos meses después de aquel, comenzó a publicar singles que han terminado incluidos aquí, a destacar ‘Importante‘, una de las canciones más -ejem- «importantes» de su carrera.
Con un fraseo a borbotones, una melodía sobresaliente y los arreglos de músicos amigos como Tony Finu, Mikaela Vázquez, Marcos Cao y Begut, ‘Importante’ trata de quitar relevancia a las cosas. Nada importa, ni siquiera nosotros mismos. «Te crees tan importante», desafía un texto que versa sobre lo que afectará al mundo nuestra muerte: nada. «El día que esté tu nombre en una esquela / más allá de que le duela a tu pariente / tendrá un peso equivalente al de una hormiga», dice, doliendo y arrancando una sonrisa al mismo tiempo, dado lo confortable de la producción.
En esta, la mejor canción de Carlos Ares, ya había imágenes extrañas, como la de «todas las personas a la pata coja encima de la cuerda floja de los días solo por alimentar melancolías». En un álbum que tiene momentos tan bellos como el de la mandolina que guía ‘La boca del lobo’, los 6 minutazos a la hoguera de ‘Collar’ y especialmente los coros de Begut hacia la mitad del álbum (‘Un beso del sol’) -que representan el paso de «estar en el pozo» de los primeros temas al «renacer» de los últimos-, a veces las letras te expulsan de la canción, más que te meten.
Vainica Doble habrían construido maravillas con rimas como «arroyo» con «hoyo», y «difunto» con «asunto», pero en estas letras no encontramos tanta mordacidad. A veces las palabras simplemente parecen haber caído ahí, sacadas de un diccionario al azar, como podrían haber caído otras. El disco se esfuerza por tocar campos semánticos poco comunes, como «cogotes» y «piojos» («te cojo y arrojo como un piojo en el aseo»); usa verbos como «perecido» y expresiones como «para amar se tiene que tener bemoles»; dedicando estribillos enteros a aseverar cosas que parecen significar cosas grandes pero igual no significan nada, como «Yo soy muy mío, yo soy muy mío». ¿No es todo el mundo muy suyo?
Acaso Carlos Ares esté ironizando sobre creerse «importante», en ese momento. Al fin y al cabo, el artista ha buscado dar cosica en este proyecto, de manera deliberada. ‘La boca del lobo’ reflexiona sobre la exposición y la fama, por lo que el concepto podría justificar algunos acordes y figuras antipáticos. Toda su imaginería se ha construido en torno a una máscara que caricaturiza su rostro de manera bizarra. El objetivo era generar una «incomodidad visual», como vemos en la portada. Una pena cuando las melodías eran del tipo preciosista, el tramo central del álbum es espectacular -inaugurado con ‘Collar’ y culminado con ‘Páramo’ y ‘Autóctono’- y el final del disco, más aún. Tras ‘Importante’, ‘Mineral’, casi sin letra, remite lo mismo a R.E.M. que a Henry Mancini y Antón García Abril.
