Cuando tenía siete años fui a coger un libro de la estantería y, sin querer, tiré de uno de esos diabólicos tallos que les cuelgan a los potos. Vamos, que se me cayó el tiesto en toda la ceja, me puso el ojo como una patata y significó el principio de mi aversión a esta planta.
Planta que, por lo que veo, tiene fans (muy a mi pesar).