Que por cierto, qué diferente la Italia ochentera de Guadagnino (más idealizada, con esos veranos en bicicleta) que la de Sorrentino (que se regodea en el feísmo y unas decoraciones de interiores que dan ganas de arrancarte los ojos en la sala).
Ah, y una cosa. He sido tocado por la gracia de Sorrentino. Cuando hablé un segundín con el ganador de un Oscar de la Academia Paolo Sorrentino al salir del Kursaal para felicitarle por su película, él posó su mano de ganador de un Oscar de la Academia Paolo Sorrentino en mi pecho (mi pecho de extra de una película nominada a varios Razzies) y me dijo "Grazie", así en plan como un Papa bendiciendo. Que la película se llame "Fue la mano de Dios" no hace más que dar más significado al momento.