La adaptación al cine del premio Pulitzer 2020 es una película rodada con cámara subjetiva (y formato 1.33 : 1) porque el director RaMell Ross está encantado de haberse conocido y quiere que nosotros le conozcamos también. Esa visión en primera persona le funciona bien para algunas escenas (cine sensorial, recuerdos, retazos de la experiencia de ser negro en los EEUU de los 60's) pero 140 minutos así no se sostienen de ninguna de las maneras. No es como cuando veías una película en 3D y durante la primera media hora te resultaba algo llamativo aunque intrusivo, pero conforme avanzaba la película te acababas acostumbrando hasta apenas notarlo. A la cámara subjetiva de Nickel Boys no te acostumbras; cada vez que intentas entrar en la historia te saca fuera, la narración no tiene fuerza ni ritmo, todo queda en un ejercicio de estilo caprichoso que ahoga la película. RaMell Ross se cree poético, distinto, el Terrence Malick afroamericano, pero mira, con un Malick ya teníamos bastante (y de sobra a veces).