Es que un buen profesor te cambia la vida, puede hacerte odiar o amar la materia y, a esas edades, eso te encamina a un lado o al contrario.
Yo también tengo una espinita con las mates, porque también elegí la opción con las mates "fáciles" de letras y mi profesor de entonces, que era genial pero estaba como una regadera rusa, no me lo perdonó jamas (Manuela Carmena).
Y ahora me acuerdo que también Latín lo disfruté mucho. De nuevo un profesor de diez, y además eramos cuatro gatos en la clase y todos bastante personajes.