Las figuricas:
Eres un mago que da toñas o un luchador que sabe usar la magia, para el caso es lo mismo. Llegas desde tu ciudad natal y te mueves por el mundo hexagonalmente parcelado, descubriendo pantanos mágicos, ruinas con enemigos, trolls sueltos, algún dragón que otro... Ganando combates, o quemando monasterios, consigues aumentar tu experiencia y con ello tus habilidades, adquirir poderosos artefactos mágicos, subir (o bajar) tu reputación, lo cual te permitirá o frenará conseguir facciones que luchen a tu lado. Tu objetivo será hacer ver que tu coño es mejor que el resto de coños dando toñas a otros magos/guerreros, si juegas en modo competitivo- O bien que entre todos podéis derrotar al malo de turno, que tiene su background, si es en cooperativo.
Las cartas:
El juego en sí se maneja con un mazo de cartas personal para cada jugador. Cada carta contiene una habilidad básica - moverse, atacar, bloquear, curarse - que puede ser descartada de la mano para ejecutar la acción. Además, si gastas maná - ¿no os he hablado del maná que pulula en el ambiente, como el popper en una sauna? - puedes reforzar las habilidades de la carta, a la manera de un bibe de protes pre-entreno.
Dados de maná:
¿Qué tiene de chulo? Pues aparte de lo que he contado, porque el tema está muy bien pegado al desarrollo de la partida, resulta que como tus acciones son tu mano de cartas, en tu turno tienes que jugarlas con inteligencia para desarrollar tu personajes. De nada sirve que quieras clavarle un espadón en el orto a un troll, si tus cartas son mayoritariamente de sanación o movimiento. Tendrás que gestionarte para optimizar tu turno.
Más cosas chulas: la cantidad de elementos a tener en cuenta: si es de día o de noche, qué maná hay disponible, si al enemigo se le puede o no atacar a distancia, si te conviene perder reputación por alguna incursión a cambio de la recompensa, si vas a cristalizar el maná o lo vas a usar directamente, cuál es el coste del movimiento sobre cada tipo de terreno...
Cristalicos de maná: