La partida comienza con un jugador siendo canciller con un juramento que preservar. El resto de jugadores pueden ser o bien exiliados o bien ciudadanos. Esa condición es heredada de la partida anterior, ya que el juego evoluciona partida a partida.
El canciller gana si consigue sostener el juramento. Un ciudadano gana si el canciller preserva el juramento, pero ellos además se consiguen convertir en los herederos legítimos. Un exiliado puede ganar si o bien conserva el juramento mejor que el canciller, o bien tiene una visión que cambia el juramento a mantener.
El autor tiene otro juego genial diseñado, Root, que ya mencioné aquí. Root tiene la pega de que cada facción juega de manera distinta y se hace muy cuesta arriba. En Oath, sin embargo, todos los jugadores juegan más o menos igual, la asimetría viene generada por los objetivos de victoria, con lo que es más fácil aprender.
Yo estoy encantado hasta el punto de que creo que no jugaría muchos otros juegos. Quizá algunos más party o de partidas cortas.