Y uno de los peores momentos de mi vida fue una vez que me pillé un virus de esos que te dan diarrea. Yo creía que ya me había curado y por aquel entonces le daba clases particulares a un chaval en la otra punta de la ciudad, en agosto, a las 4 de la tarde. Pero no, no me había curado.
Salgo de casa y según avanzo como mucho 200 metros me doy cuenta de que me está dando un apretón, me vuelvo corriendo para llegar a mi casa y en la puerta me doy cuenta de que no llevo llaves y no hay nadie.
Salgo corriendo a una cafetería que hay en la esquina pero me voy dando cuenta de que no voy a llegar. Y no, no llegué. Me pedí una manzanilla para usar el baño y poder limpiarme. Las bragas las tiré a la basura.
Luego me tuve que pillar un taxi porque no llegaba a currar y a la vuelta estuve horas en una plaza al lado del corte inglés (por si me daba otro apretón poder salir corriendo al baño) esperando que volviera alguien a mi casa. Con falda, sin bragas. Me sentía tan desdichada.