La escena narrada en el libro. Para situaros en el contexto. Estamos en el tercer libro y Cersei y Jaime llevan sin verse desde el primero, cuando Jaime cayó prisionero de los Tully. A diferencia de la serie, Jaime llega a Desembarco justo cuando están velando a Joffrey, es decir, ni estuvo presente en la muerte, boda o meses anteriores como en la serie.
Cersei le pide a Jaime que mate a Tyrion:
ALERTA ESCENA DEL TERCER LIBRO TORMENTA DE ESPADAS
"—Tengo que saber más. —La sola idea le revolvía el estómago—. Tengo que saber cómo fue.
—Lo sabrás —le prometió Cersei—. Habrá un juicio. Cuando sepas todo lo que hizo, desearás su muerte tanto como yo. —Le acarició el rostro—. Sin ti estaba perdida, Jaime. Tenía miedo de que los Stark me enviaran tu cabeza. No lo habría soportado. —Lo besó. Fue un beso ligero, apenas un roce de los labios sobre los suyos, pero cuando la rodeó con los brazos la sintió temblar—. Sin ti no estoy entera, Jaime.
En el beso que él le devolvió no había ternura, sólo hambre. Cersei abrió la boca para dejar paso a su lengua.
—No —protestó débilmente cuando los labios bajaron hacia el cuello—. Aquí no. Los septones...
—Los Otros se lleven a los septones.
La besó de nuevo, la besó en silencio, la besó hasta que empezó a gemir... Entonces barrió las velas con el brazo y la subió al altar de la Madre, le levantó las faldas y las mudas de seda. Ella lo golpeaba en el pecho con puños débiles, murmuraba algo sobre el riesgo, el peligro, sobre su padre, sobre los septones, sobre la ira de los dioses... Jaime no la oía. Se desanudó los calzones, se subió al altar y le abrió las blancas piernas. Deslizó una mano por el muslo y le arrancó la ropa interior. Vio entonces que tenía la sangre lunar, pero no le importó.
—Deprisa —le susurraba ella—, deprisa, deprisa, sigue, no pares, deprisa. Jaime, Jaime, Jaime. —Lo guió con las manos—. Sí —gimió Cersei ante su embestida—, mi hermano, mi querido hermano, sí, así, así, te tengo, ya estás en casa, ya estás en casa, ya estás en casa...
Le besó la oreja y le acarició el pelo corto, hirsuto. Jaime se perdió en su carne. Sentía cómo el corazón de Cersei latía al mismo ritmo que el suyo, y notaba la humedad de la sangre y la semilla allí donde se unían.
Pero, en cuanto hubieron terminado, la reina se lo quitó de encima.
—Déjame levantarme. Si nos encuentran así...
De mala gana, rodó hacia un lado y la ayudó a bajarse del altar. El mármol blanquecino estaba manchado de sangre. Jaime lo limpió con la manga y recogió las velas que había derribado. Por suerte, todas se habían apagado al caer.
«Si el sept se hubiera incendiado, no me habría dado ni cuenta.»
—Esto ha sido una locura. —Cersei se estiró el vestido—. Nuestro padre está en el castillo... Hemos de tener cuidado."