"En un ataque de rebeldía furtiva busqué literatura anti-sufragista, y fue muy difícil conseguirla, pero encontré varios intercambios epistolares entre mujeres anti-sufragistas y miembros de la Iglesia, o entre ellas y políticos conservadores. En estas cartas las mujeres expresan su preocupación por lo que consideran una peligrosa intromisión. La razón por la que las anti-sufragistas no querían el voto no era porque creyeran que las mujeres eran inferiores al hombre, o que no merecían que sus opiniones fuesen tomadas en cuenta, es porque las anti-sufragistas ya formaban parte de la vida política a través de sus maridos. En cada una de sus cartas las anti-sufragistas explican que el voto debe ser para las familias y que el marido es el representante político de su familia como ellas son las representantes en asuntos religiosos y sociales.
Los anti-sufragistas consideraban que otorgarle el voto a la mujer producía un conflicto dentro de la familia. El Estado se entrometía entre marido y mujer. Si tenían que compartir el voto, el deber cívico era motivo de encuentro para la familia, de debate, y de compromiso. Pero si cada uno votaba por su lado la mujer votaría al candidato que le prometiera más dádivas a ella por su condición, y el hombre a él; y al final esas diferencias políticas terminaban por separarlos en lugar de unirlos."
Es que ni siquiera hay debate posible si sólo entiende el mundo como heterosexual y familiar.