Creo que al final aquí hay dos planos que se cruzan y que dan pie a este debate eterno sobre LUX. Por un lado, en las letras no hay sermón, ni dogma, ni Rosalia se ha convertido en una señora del opus que te da catecismo. Eso es evidente. Pero por otro lado, es imposible ignorar que toda la estética del disco es un coqueteo brutal con el imaginario católico, llevado a un terreno mucho más pop. Quiero decir: el pelo teñido como aureola, la promo rollo aparición mariana, el bizcocho repartido en La revuelta como si estuviera haciendo una versión 2.0 de la multiplicación de los panes… todo eso no es casual. Igual que no es casual que muchos fans hayan acabado googleando quién es Santa no sé qué. Y eso tampoco es malo, simplemente está ahí, y es parte del juego del disco: modernizar un imaginario que estaba empolvado y ponerlo al día para una generación que igual no ha pisado una iglesia más allá de una excursión escolar. Que luego cada uno lo reciba como quiera: para algunos es espiritualidad libre y para otros es estética católica. Pero vamos, que si en el Vaticano tienen alertas de google, hoy por hoy deben estar contentísimos. Rosalía evangelizando sin evangelizar