El edificio de la fraternidad Chi Omega estaba semivacÃo, pues la mayorÃa de las ocupantes estaban de fiesta o en salones de baile, aprovechando que esa noche no habÃa toque de queda. No era extraño que las muchachas llegaran incluso a temprana hora de la mañana siguiente. A las 03:00 horas, el novio de Nita Neary la dejó en la puerta de la fraternidad. La chica notó que la puerta estaba abierta. Tan pronto entró al edificio escuchó actividad y pasos de alguien corriendo en el piso de arriba; el sonido se acercaba a las escaleras. Alcanzó a esconderse y observó bajar y salir del edificio a un hombre que llevaba una gorra tejida color azul, y en el brazo lo que parecÃa una carpeta envuelta en un trapo.
Pensó que alguien habÃa asaltado la fraternidad, asà que buscó a su compañera de habitación, Nancy, y sin saber qué hacer fueron en busca de la encargada del edificio, pero no tardaron en toparse con la destrozada Karen Chandler, quien se tambaleaba por el pasillo herida y cubierta de sangre. Pronto descubrieron a otra muchacha más, gravemente herida.
Mientras volvÃa a la seguridad de su habitación, Bundy hizo una parada frente al apartamento de Cheryl Thomas, estudiante de danza de veintiún años de edad, que estaba dormida en su cama. Consiguió entrar, le destrozó la mandÃbula de varios porrazos, dejó la media que usaba para cubrirse y una gran mancha de semen en la cama ensangrentada y escapó a toda prisa. Cheryl Thomas no murió, pero perdió permanentemente la audición en un oÃdo y parcialmente el sentido del equilibrio, lo que puso fin a su carrera de bailarina.
DÃas antes del último secuestro de Bundy, un extraño en una camioneta Van color blanco se acercó a una estudiante de catorce años; la chica estaba en el camino en espera de su hermano, que habÃa quedado de pasar por ella. La chica, advertida por su padre (un oficial de policÃa) de que no debÃa hablar con extraños, se sintió incomoda ante las preguntas y avances de aquel hombre. Su hermano llegó y ordenó a su hermana abordar el carro. Extrañado por el raro sujeto, el joven apuntó las placas de la Van y se las mostró a su padre.
El detective James Parmenter, del Departamento de PolicÃa de Jacksonville, decidió investigar. Las placas correspondÃan a un hombre llamado Randall Ragen, a quien Parmenter visitó. Ragen relata que las placas habÃan sido robadas de su vehÃculo y que ya habÃa tramitado unas nuevas. Tuvo una sospecha e hizo que los chicos vieran unas fotografÃas en la estación de policÃa. Para su sorpresa, el sujeto que identificaron era Ted Bundy.
Con la población aterrada e indignada tras los acontecimientos de Chi Omega, Bundy emprendió su última correrÃa de manera confusa. Si se hubiera dirigido a otro estado, tal vez nunca lo hubieran cogido. Pero ya no podÃa seguir realizando su tarea: estuvo vagando por toda Florida, deteniéndose sólo para emborracharse y para cometer su vigésimo asesinato.
El 9 de febrero de 1978, convenció a Kimberly Leach, una niña de doce años de edad, para que saliera del patio de su colegio. El único testigo del acontecimiento fue una amiga suya de nombre Priscila, quien la vio subirse a la camioneta de un hombre, pero no pudo aportar mayores datos del color o tipo de vehÃculo.
Bundy secuestró a la niña, la violó vaginal y analmente, y después la mató, estrangulándola y luego degollándola. Cuando se encontró el cadáver, estaba ya en una fase de descomposición muy avanzada para poder certificar la causa definitiva de la muerte. Arrojó el cuerpo a un tonel abandonado tras haberlo retenido un perÃodo indeterminado.
A los pocos dÃas, estaba conduciendo de manera tan errática que otro agente de policÃa, sospechando algo, le mandó parar: era la noche del 14 al 15 de febrero. Tras una refriega fue detenido. Pidió al agente que lo detuvo que lo abatiera de un tiro. Ya no volverÃa a estar libre nunca más.
Dos fueron los juicios que por asesinato enfrentó Ted Bundy. El primero comenzó el 25 de junio de 1979 en Miami, Florida. En este caso, la Corte se centró en los crÃmenes contra la fraternidad Chi Omega.
El segundo juicio se realizó en Orlando (Florida) en enero de 1980 y fue por el homicidio de Kimberly Leach. Fue el juicio de la fraternidad el que selló el destino fatal de Bundy.
Estos juicios provocaron una marejada de publicidad y expectación en todo Estados Unidos. Bundy era visto como la encarnación del mal. Miles de pesadillas giraban en torno a la imagen de este despiadado asesino.
Al mismo tiempo, docenas de jovencitas con cabello largo, lacio y negro, le enviaban cartas ardientes y le declaraban su amor. Todas ellas se ofrecÃan a lavarle la ropa y convertirse en sus amantes.
Bundy actuó como su propio abogado y siempre confió en poder hacer que el juicio fuera lo más justo posible. El jurado estaba compuesto por una mayorÃa de negros.
La intención era que no se cargara de prejuicios dicho jurado, pero las evidencias fueron determinantes, sobre todo en el caso de la hermandad Chi Omega.
Primero fue el testimonio de Nita Neary, señalando a Bundy como el sujeto que alcanzó a ver salir corriendo por la puerta.
El otro testimonio contundente fue aportado por un odontólogo, el Dr. Souviron, quien mostró una serie de fotografÃas de la mordida en la nalga de Levy y cómo las marcas de la dentadura correspondÃan a la perfección con los dientes de Bundy.
La madre de Bundy testificó e imploró por la vida de su hijo y él mismo tuvo la oportunidad de dar una buena razón para que no se le sentenciara a muerte. Entre otras cosas se dijo vÃctima de una farsa, de un juicio injusto y abusivo. Y que no tenÃa ni siquiera por qué pedir clemencia por algo que no habÃa cometido.
El 23 de julio, tras siete horas de deliberación, el jurado decidió que Ted Bundy era culpable. Al escuchar esto, Bundy soltó un grito como el de un animal; después se pasmó y quedó sin mostrar emoción alguna. El juez Cowart recomendó la pena de muerte en la silla eléctrica por la muerte de Lisa Levy y Margert Bowman.