Hola, me llamo Johnny Utah y soy un stalker. Yo me dedico a stalkear inocentemente a la gente que me gusta de mi centro (a los chicos que llegan para hacer sus cuatro o cinco años de formación, que los otros nos tenemos muy vistos ya) lo cual tiene su mérito y laboriosidad por mi parte, porque a la mayoría solo te los cruzas por el pasillo o en el comedor, pero por suerte vienen todos con sus tarjetas identificativas que son como una amable invitación al stalkeo. Cada año, por mayo más o menos, llega una nueva hornada de carne fresca y el depredador de la sabana comienza su ritual de stalkeo selectivo. La cosa casi siempre se ha quedado ahí sin pasar a mayores y es un stalkeo sin malas intenciones y bastante anodino. Aunque a veces te llevas sorpresas, como la de uno de ellos que resultó ser una estrella de IG que se dedica a subir un montón de fotos artísticas en slips marcando paquete y cuerpazo, fotos de las que estoy muy a favor. El caso es que hay otro chaval, muy monín él, que hace tiempo he notado que me mira en la cafetería de mesa a mesa, por los pasillos, etc. A él lo tengo más que fichado en redes sociales, pero si le escribo por ahí va a pensar que soy un psicopata acosador (no sin razón) y se va a preguntar que cómo he dado con él. Y la opción de hablarle en persona tampoco ha surgido ni sabría cómo plantearla sin que quedara forzado o raro.
Fuera de eso, creo que solo he stalkeado al nuevo novio de mi ex (tanto que creo que llegué a conocerlo mejor de lo que se conoce él mismo), pero era por curiosidad y necesidad de respuestas, básicamente, y ya es agua pasada.