Pues vamos, ya te digo yo que mis padres y abuelos respiraron de alivio cuando me lo contó el maldito primo bastardo. Que si inflar globos, que si dejarme una nota, comerse a las 5:00 am todo lo que dejaba de comida para los Reyes sin hacer el más mínimo ruido para que no me enterase... Así que lo hacían por mi ilusión, no por la suya. Aunque el verme a mí feliz les hiciera feliz a ellos también, obviamente.
Por mí que sigan los Reyes para siempre, porque esos años en los que te llegas a creer que un camello puede entrar por la ventana de un séptimo piso no tienen precio.