Mi primer contacto con la banda fue en el BBK de 2016. Estaba viviendo uno de los mejores veranos de mi vida, entre otras cosas porque viví la música en directo de la forma más inmersiva gracias a bandas como ellos.
Tocaron en la famosa carpa, aún no eran demasiado conocidos en España pese a los grandes éxitos que comprenden el My Love Is Cool. El concierto fue todo lo que se podía esperar de una banda de rock alternativa en sus inicios y un poco más: tenían el carisma y la energía. En un momento de euforia, hacia el final del set, Ellie se encaramó a la valla y nos dedicó una última estrofa desgañitada mientras la agarrábamos para que no se desnucara en vivo. Una amiga de aquel entonces capturó el momento y, aunque no sé si seguirá en youtube, se me grabó como highlight del verano de los 19.
La última vez que les pude ver llenaron la Riviera con su Blue Weekend, sobre el que había hecho una crítica para un medio británico. La crítica que más me he currado porque el aura envolvente y mágica de las canciones así lo merecía. Ahora, todo apunta a que traen un proyecto aún más ambicioso e igual de potente o más que odiaría perderme este miércoles.