Sigo sin estar de acuerdo. Y repito, hablo de Madrid.
Aquí tuvimos un alcalde del PP, José María Álvarez del Manzano, que en época de bonanza económica planteó la inclusión de la comunidad gitana a base de talonario, y sin ponerse austero.
Yo soy de los que piensa que un tema de inclusión no se arregla únicamente con dinero, si no con educación y mucha empatía también.
A la mayor parte de los gitanos que estaban en la ciudad se les concedieron de manera gratuita pisos de protección oficial, educación en centros concertados y comida.
Si estos cinco gitanos que fueron asignados a mi colegio hubieran decidido asistir a las clases en vez de ir solo al comedor, hubieran tenido acceso a clases de piano y canto gratis, ya que hablabas de lo musical.
Este plan de inclusión a los tres años se canceló por considerarse un fracaso monumental. La tasa de escolarización de todos los gitanos era irrisoria, y en muchos casos cuando les quitaron el comedor se fueron también pese a seguir teniendo educación y libros de texto gratuitos. Bastantes de las familias reorganizadas en pisos se habían vuelto a sus poblaos, previo desmantelamiento de la instalación eléctrica y las cañerías.
Y yo cuando se habla de este tema pienso:
¿Tienen los gitanos derecho a quejarse por considerarse ciudadanos de segunda? Probablemente muchos sí.
Pero también pienso en esos cinco gitanos maleducados que en mi colegio no tuvieron ni el más mínimo interés por aprender y a los que se les ofreció todo tipo de apoyo, imagino que algo inculcado por sus familias. También en los otros tantos con los que fracasó este plan en Madrid. Y entonces pienso que si después de desperdiciar una oportunidad así puedes hacerte la víctima.
Ah, y se me olvidaba que hablo de gitanos y no de gitanas, porque aunque este plan incluía a todos los gitanos con edad de educación obligatoria, la mayoría de las familias solo mandaba a sus hijos varones. Las hijas se quedaban en casa ayudando.