Algo así, pero con olor a porro y cerveza por todo el autobús. Lo curioso es que en Praga compartí habitación de hotel con el compañero al que le hice le confesé mi homosexualidad. Y años después me lo encontré unos Sanfermines y fue él quien me dijo que era gay.
Ay, la de historias de amor o polvazos que se han perdido como lágrimas en la lluvia por los silencios y los armarios...