Hoy iba yo por la calle pensando en mis cosas cuando, al pasar por delante de Sephora, un efebo que sólo llevaba unos leggins de latex y el torso perfectamente depilado se acercó a mí para darme un cartoncito impregnado en la fragancia de Lady Gaga.
Qué chasco, oye, huele bien, pero nada nuevo bajo el sol, de hecho me resultaba treméndamente familiar, como un olor que ya hubiera olido mil veces. Se parece un poco a Lolita Lempicka (aunque éste mola mucho más). ¿Sangre? ¿Semen? Lady Gaga, encereo...