Aspectos interesantes de estas elecciones:
El tsunami de ultraderecha nacionalista que recorre Europa se encontrado con un rompeolas en la península ibérica. Primero Portugal, después España. No sé si la vacunación de nuestro pasado reciente tiene algo que ver, pero lo cierto es que ha ocurrido así.
La nostalgia de una España que persigue una autarquía económica, que se aísla internacionalmente renunciando a los principios básicos de la integración en la UE y a los compromisos asumidos en tratados internacionales, que babea soñando con una sociedad cultural y racialmente homogénea como si fuese posible tapar el sol de la migración con el dedo, que reniega de la ciencia fabricando una realidad alternativa y que demoniza todos los avances que suponen cuestionar el patriarcado (feminismo, movimiento LGTBIQ...) solo convence a los conversos. Y cada vez son menos.
España sigue teniendo dos sensibilidades fundamentales encontradas, derecha e izquierda, de una dimensión prácticamente análoga. Quienes se han pasado cuatro años hablando de Perro Sanxe como una especie de dictador impuesto que todo el mundo detesta, de los votos de Txapote y del gobierno ilegítimo, arrogándose una representatividad inexistente (hola, Ana Rosa), han estado gritándose a sí mismos en su pequeña cámara de eco, de espaldas a la mitad de la población.
Ambas sensibilidades pueden tener un peso similar, pero no son iguales. Una de ellas contiene a una ultraderecha nacionalista, cuya visión excluyente es incompatible con cualquier otra idea de España salvo la propia y, con un poquito de saliva, la del Partido Popular. La izquierda en cambio, es más abierta y es capaz de lograr pactos más allá de su espacio político propio.
Lograr que nos entendamos independientemente de la visión nacional que cada uno tenga, de España, de Catalunya o del País Vasco, sigue siendo imprescindible para lograr gobernar este país. No es posible gobernar de espaldas a esa realidad.