Es que Ay Mamá es una propuesta que llama la atención. Gente como Sobral, Maneskin o la tipa aquella de Israel que hacía de gallina triunfaron precisamente por eso, apuestas que se distinguían porque se sentían más auténticas y con personalidad. Rigoberta puede luego estrellarse en Europa porque la consideren una excentricidad hortera, pero también puede hacerse viral y ganar Eurovisión. Lo que desde luego no va es a pasar desapercibida. Esa autenticidad es algo que no tiene Chanel, por muy trabajado que lleve su número. Y tampoco veo a Terra despertando demasiado interés fuera, ya que cada año hay algún que otro país que manda el típico número de folklore.
Aparte de que, seamos sinceros, Ay Mamá es divertida, tiene subidón, se presta a cantarla y bailarla y unirse a la fiesta. Tiene un potencial para el replay que no tiene Terra. Por eso el éxito en Spotify.