Secreto erótico festivo (o no tanto):
Anduve encaprichado de un tío hace muchos años. Es hermano de una antigua novia de una amiga, y coincidía con él de vez en cuando de fiesta.
Después de rondarle, un día me dejó abierta la puerta a que hubiera tema de un modo simple. Me pidió un chicle, le dije que el que llevaba en la boca era el único que tenía, y me dijo: pues ése. Así que se lo pasé y no pasó nada más ese día.
La semana siguiente volvimos a coincidir, y cuando cerraban la discoteca me dijo de ir a su casa. Allá que fuimos, y directamente empezó a despelotarse. En mala hora.
Qué tufo, señores. Qué ascazo me dio. ¿Y cómo le dices a alguien a quien has rondado que ni por asomo pretendes arrimarte porque huele a cuadra de caballos muertos? Y más aún tras poner la cara que yo puse. (No puedo evitarlo, soy muy expresivo).
Lo que hice fue mentir: fingí no tener aceptada mi sexualidad, que aquello me superaba, que me sentía culpable y que me iba a mi casa. El hombre se preocupó, pero me dejó largarme con mi supuesto problema, aconsejándome ayuda profesional.