No, de decepción nada. El brillo en sus ojos, su sonrisa, incluso su risa franca; su cabreo al perder la última vida, llamarte para que dejes un momento de hacer la cena y vengas de la cocina para decirte que ha descubierto una fase bonus... Dime si no adorarías verle sentado en el sofá un viernes tarde, ya en pijama.