Machar tu pantalón con un rotulador permanente. Una mancha del tamaño de un huevo. Volverte loco para intentar quitarla y echar quitaesmalte, lejía y quitamanchas. Provocar una reacción que flipas. Liarla muy parda, vamos. Lo indignante viene cuando la mancha sigue en su sitio. Por eso:
_ Las manchas que no se quitan.
- Los quitamanchas que prometen el oro y el moro y luego nada.