Coplas a la muerte de mi barrio
Cuanta tristeza produce
en alma ilusa mi barrio
Después de intentar lucirme
fruto fui del desengaño.
Por reconocerme orgulloso
de la zona en que crecí
presente cuatro canciones
y vaya hostia que me dí
Un festival de noveles
que fue así durante años
amplió sus horizontes
más allá del extrarradio
Me aguantaré y pensaré
de un modo más complaciente
que tal vez lo mejor sea
hacer lo que hace la gente
ir a ver a Celtas Cortos
y a un grupo cutre de Orense.
http://sweetq.bandcamp.com
http://www.facebook.com/pages/Sweet-Q/125137200887633
en alma ilusa mi barrio
Después de intentar lucirme
fruto fui del desengaño.
Por reconocerme orgulloso
de la zona en que crecí
presente cuatro canciones
y vaya hostia que me dí
Un festival de noveles
que fue así durante años
amplió sus horizontes
más allá del extrarradio
Me aguantaré y pensaré
de un modo más complaciente
que tal vez lo mejor sea
hacer lo que hace la gente
ir a ver a Celtas Cortos
y a un grupo cutre de Orense.
http://sweetq.bandcamp.com
http://www.facebook.com/pages/Sweet-Q/125137200887633
Comentarios
me encanta
De hecho todos somos poetas mientras no se demuestre lo contrario :P
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Estas postales de atardeceres con la cara de la reina impresa
han ido desapareciendo sigilosamente de los estantes mohosos, mientras
garabateábamos TE ECHO DE MENOS ES HORRIBLE en el dorso
sin saber adónde enviarlas. O eso me gusta pensar.
Aunque quizá hay otros cuyas rodillas se doblan en los autobuses
cuando giran en Catford, a veces, cuando la Loca del Autobús, una
celebridad local, gira la cabeza para aullarnos Amazing Grace,
a nosotros, ganado ruidoso. Debe de haber otros que perciban
las mesas de café desvencijadas por la lluvia y los lugares aislados en los parques
donde falta alguien, que camina por una plaza recordando
el equivalente a esa estructura en Lego. Por cierto, la mujer que vimos
vestida de seda blanca y negra con la tristeza pintada
sigue allí, sollozando en la esquina como si todos los huesos
se le estuvieran rompiendo, un sombrero a sus pies brilla
con monedas de una libra. Adondequiera que vaya oigo música de trompetas.
Annie Katchinska (trad. Emily Roberts)
EL CORRIMIENTO DE LA BOCA
hacia las cuatro de la mañana
contemplo
el corrimiento de la boca
se cierra la casa
tras el último
bostezante golpe de viento
delgados labios como párpados
por contra abre su garganta
el cielo: un azul celeste
cerca del paladar
sobre oscuros y tensos
arcos de lengua de los bosques
desde la boca húmeda
se origina la lluvia un largo
constante aliento: como sobre
los cilios del durmiente
hablando para sí
Uljana Wolf (trad. Vladimir García Morales)
PEZ
Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela abría el pescado en
vertical, leyendo mi futuro.
Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado: las marcas de la muerte no
deben infectarse.
Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto del colegio, preguntaba
qué había de almorzar, relamía mis gracias y decía:
peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al terminar de comer nos sentábamos
juntas, veíamos la televisión juntas, respirábamos juntas cada tarde.
Vivir era costumbre de las dos,
y en verano me enfadaba al verla caminar
orilla arriba
orilla abajo:
yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se resfriase, o simplemente
estar lejos de ella unos minutos.
Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a limpiarme la arena de los pies, a
buscar mis ceras en la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.
El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he querido encontrarte tranquila,
repitiendo tus historias, sonriendo al recordar los buenos tiempos, como
siempre, siguiendo las costumbres de mi infancia.
Pero ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me agarra por la espalda y me
golpea, recuerda tantas cosas que vuelvo a tener miedo,
y mis ojos
resbalan en mis manos
húmedos
como el pez del invierno.
Elena Medel (en Tara)
ELEGÍA DESDE EL SILENCIO QUE QUEDA EN EL CAMPO DE BATALLA UNA VEZ TROYA-MI-CORAZÓN QUEDA DEVASTADA
Ahora dime, pequeña Helena de vainilla,
inmigrante ilegal,
sufrida inmigrante ilegal sin identidad -sólo fuerza-
sufrida inmigrante ilegal que, para integrarse
en la sociedad de las secretarias respetables y estudiosas
del máster más humilde es Estados Unidos
(por las noches
cuando no hay amantes que exprimir ni fruta fresca)
vestía trajes
grises con camisas plenamente rosas
(llorabas: cómo llorabas por el desarraigo, cómo yo lloraba,
cómo hilabas la novela con la boca!);
pequeña Helena, sin padre, con acento todavía,
a estas alturas del exilio, a estas alturas, Helena,
con la madre loca y los hermanos lejanos
en alguna miserable isla del Caribe, pobre y visceral
como las ratas,
sufrida Helena devastadora en la batalla
con los hombres en las camas (turcos, rusos, italianos);
ahora dime,
pequeña Helena mística y brutal,
que todo lo cazabas moviendo rítmicamente el dedo índice,
sufrida Helena pequeña huérfana marginada y bulímica,
la única, la verdadera,
la más querida,
dime
¿dónde y a qué temperatura exactamente
olvidamos que nos habíamos encontrado,
y menospreciamos el milagro, permitiéndole desdibujarse?
Berta García Faet (en Introducción a Todo)
Y leed con calma a Chantal Maillard. Se aprende tanto de ella.
Y su siguiente libro (Fresa y Herida), que va a salir en breve, va a estar a la altura y va a dar un paso más. He aquí un poema (ya circulan unos cuantos por internet), que juega con "Contra Jaime Gil de Biedma" que es más grande que la vida:
FUNDAMENTOS DEL APELATIVO APLICADOS A LA EXPLORACIÓN DE FRESAS Y HERIDAS
“Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.”
JAIME GIL DE BIEDMA
I.
Tú, reina de la vesania,
idiota obsesionada con los límites y las tendencias,
cuadriculada boba, absolutista, fanática,
ahora vienes a mí, siempre acabas volviendo,
siempre vienes a mí, siempre te disculpas
vía inútiles flores, siempre vuelves a mí
cuando ya nadie te quiere: sanguijuela, cáncer.
Precisamente Tú-la-que-me-insulta-y-me-ataca-ferozmente
esas noches de síntesis post-sexuales (siempre tristes),
cuando esgrimes tercamente –de la forma más ridícula-
argumentos crueles de extinción y ruina;
tú, la-pobre-princesa-de-útero-rojo-hipersensible,
la-niña-lupa, la-aquilatadora,
precisamente Tú-emperatriz-del-romper, roedora invicta,
heredera de la vid
más rancia y nihilista que pudo parir la tierra:
¿por qué me buscas ahora, miserable catástrofe,
lamentable parodia de mí, cuando ya te he olvidado?
II.
Tú, la inspectora, la necesito-hacerme-un-esquema,
la epistemóloga que prodiga atroces inferencias;
tú, precisamente Tú-pequeño-ciervo-que-cruza-la-carretera-tropezando,
gusano minucioso,
asesina,
te pones a llover en un día ex ante de playa,
te pones a llorar y levemente a mutar en tiernos rosas,
y, por si fuera poco haber despellejado inelegantemente las raíces
de la simplísima alegría, de la simplísima alegría que troceas,
privándola de su prodigio totalitario y entero,
buscando reducirla a límites y tendencias,
ahora vienes a mí, siempre acabas volviendo
avergonzada de tu afán destartalado y patológico,
avergonzada de tu afán lamentable de lógica y limpieza;
y tus pellejos
en un cesto muy triste
que quieres regalarme, y yo me niego.
III.
Y por última vez:
extraña nazi, corazón mío de foxtrot,
¿ahora vienes a mí
a declarar solemnemente con tu voz de fresa-valquiria y miedo
que te has enamorado, que retiras
los insultos, que retiras
las barbaridades rabiosas que les espetaste
a los buenos chicos que decían amarte?
¿A eso vienes?
Tú, herida-hidra, dices que no puedes responder.
¿Aún no has aprendido nada?
¿No te advertí hace ya miles de años que la epistemología acaba con la vida?
¿No comprendes aún por qué extirpé con tanta urgencia
las preguntas del mundo, niña-lenta-con-su-libreta-de-apuntes?
Hoy, tonta, entra-sólo-hoy, y cenamos
bajo el cielo de la inmensa posibilidad de la auto-restitución.
Pero es la última vez: la última vez: un día
me canso para siempre y te disuelvo
para siempre
en amor.
Recomiendo también a Laura Casielles. Que tiene poemas muy chulos.
I
Salgo de una tabaquería.
Paseo de una acera a otra.
Espero en un semáforo. Es-
pero en otro semáforo.
Soy tiempo.
Tomo forma de hacha.
No escupo. Paladeo
la musculatura única
de un verbo. Pido azúcar.
Invento un hecho histórico.
No resulto rentable.
Baja mi precio en bolsa.
Parpadeo. Corro porque me dicen que se acaba
el capítulo en el que salgo solo, así, sentado,
surco
dos sauces
secos.
Cae sobre mi H&M.
Desenrosco mi nuez. Garabateo.
Tristes pasan las tristes
procesiones.
Me nace una cabeza que te piensa.
Desde lejos, parece que me acerco.
Me quedan anchas las desigualdades.
Pregunto una pregunta que me asusta,
baja del cielo la palabra hielo
y esto de ser (esto del ser)
me sigue sorprendiendo.
II
En el tren, justo enfrente de mí,
una pareja de Madrid conversa
sobra la conveniencia de pintar
la mesa del despacho
de naranja chillón.
Ella opina que sí.
Él no está convencido.
Ella lleva un anilllo
Muy estrecho, de oro,
sin adornos.
Él
también.
Él dice muchas veces: ”Por supuesto”
Buscan un nuevo rojo: Rojo
China.
Han comprado revistas
muy especilazadas: “Casa al día” y
“Mi Casa”.
Arreglan el salón, el despacho,
el cuarto de Javier.
Son serios y ordenados.
Imagino que follan
sin demasiada imaginación,
porque a ella le parece
excesivo definitivamente
poner luz verde clara
en el salón.
“Una casa no es una fiesta del arco iris”,
dice.
Él prefiere papel en la pared del cuarto de invitados.
Él lleva gafas.
Lo más seguro es que le guste que le azoten,
Ponerse ropa de ella
Y los relojes caros, con cronógrafo.
Yo me sientoy les miro.
Hablan de Johansson
y de lipoescultura.
Se abrazan, juegan, son
felices con su idea
del trabajo, con su
seguridad, su casa, sus revistas.
Leen juntos el artículo
“Diez claves para no retener líquidos”.
A él le sobran unos 14 kilos,
ella ha ido a tres sesiones de depilación láser.
Tiene las piernas largas y bonitas.
A veces las enrosca
alrededor del cuello de su hermana
y se comen el coño hasta la extenuación.
Él no lo sabe aún,
pero le encantaría verlo y masturbarse
y meterse dos dedos en el culo.
Mi pie acaba de tropezar con el de ella.
Me ha sonreído amablemente.
“Perdón”. “No pasa nada”.
Él está escribiendo algo en su iPhone.
Tose. Está pensando
en su pequeña amante de 12 años,
en si no habrá empezado alguien a sospechar,
en sus pechos pequeños,
en su boca de frío.
Lo acaban de decidir:
los muebles del jardín,
seguro,
coloniales.
Era viernes a la noche
una semana sin vernos
sin hablarnos
un resentimiento
una melancolía
no teníamos hijos que en el futuro
pudieran reprocharnos el maltrato
la indiferencia el rencor
A las doce de la noche me metí en el messenger
con la esperanza de encontrarte por casualidad
te encontré
entonces me dio un ataque de celos
¿con quién estarías comunicándote por messenger
a las doce de la noche de un viernes solitario?
Me enviaste un hola
te contesté un hola
me preguntaste cómo estás
te dije que bien
¿qué iba a decirte?
entonces te dio un ataque de cólera
querías que estuviera mal
por lo menos tan mal como estabas tú
posiblemente yo estaba peor pero no me quejaba
-el dolor es la emoción más fuerte,
más que la ternura la caridad la piedad o la ilusión-
sabía perfectamente que no me ibas a perdonar esa respuesta
nunca en la vida (estar bien)
comenzó el bombardeo
tú estás bien y yo aquí mal
así eres tú
ya me has olvidado –dices-
una semana y ya estás con otra –dices-
(si estuviera con otra ¿para qué iba a entrar al messenger?)
tres años y medio de amor no te valen para nada
me has arruinado la vida
me la has desgraciado
siempre supe que iba a ser así
con lo que yo te cuidé
te cuidé la pierna atropellada
te cuidé el hígado enfermo
así me lo pagas –dices-
(¿dónde había escuchado antes ese guión?
En la vida, estúpida, en la vida,
la vida es una pésima guionista)
Te recordé que fuiste quien se marchó de mi casa
siempre te estás yendo
y cuando te vas, aliviada, luego de haber follado
si me muero de dolor de pena o de algo
no puedo contar contigo
pero contaste conmigo cuando tenías la pierna rota –dices-
es verdad te lo agradecí muchísimas veces
no sabía que había contraído una deuda tan grande
-no tienes sentimientos –dices-
en un recurso que se llama proyección
del que nada sabes más que el uso continuado
-esto demuestra lo que eres
lo poco que te importan tres años y medio de amor
yo estoy aquí volviéndome loca
y tú en el messenger comunicándote con otra-dices-
te recuerdo que cuando entré al messenger ya estabas conectada
-te estaba buscando
te mandé un mensaje diciendo te echo de menos-contestas-
no me extraña que me eches de menos
lo raro sería que fuera yo quien te echara de menos
¿no tienes ningún buen recuerdo de estos tres años y medio? –me dices
claro que los tengo pero a veces los malos los ocultan
entonces desapareces del messenger súbitamente
te vas sin una palabra
y yo comprendo que es tu vengancita
ahora soy yo quien no puede dormir
tú roncarás satisfecha
Esto es el amor
señores y señoras
un manicomio para dos personas
y algunas otras que aparecen o desaparecen
pero sin jefe.
Alguna vez, de pronto, me despierto...
Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
que dobla y que golpea,
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
de que ya sea demasiado tarde
para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas,
tantos gestos.
Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde,
se desolló las manos y la vida
por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
era dura, malévola,
avara de ternura, con la boca
mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa
lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
mientras algún dolor -un dolor, siempre-
va hincando sus agujas en mi cuerpo,
abro las manos en la sombra dulce
para atrapar mi soledad, de nuevo,
y me quedo a su lado, sin moverme,
con los ojos abiertos
la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.
Uno precioso de Laura Casielles, que sale en Los idiomas comunes:
CREDO
Que cuando tengas tu mano
sobre otra mano,
allí estarán mis manos, y cuando tengas
tus labios
en otros labios
allí estará mi boca,
y en tu ansia,
allí mi grito,
que cuando tengas
tu amor
en otra hambre,
alli estará mi nombre,
que cuando tengas
miedo,
allí estará mi calma,
y cuando
calma,
allí mi fe.
que bueno fue julio de 2011.
Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.
Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.
Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.
Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.
Elena Medel. GRANDE.