Dcode 2012: viernes

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Dcode 2012: viernes

El Dcode arrancaba ayer en Madrid su segunda edición, a falta de conocer los datos oficiales, con aparente gran éxito de público también en su nuevo emplazamiento en los últimos días de verano. El recinto presenta ligeros cambios con respecto al año pasado, prescindiendo como se había anunciado del tercer pequeño escenario, y destacando una mayor oferta culinaria que en 2011. Para los que vais hoy por primera vez, recomendamos llevar pantalón largo y chaqueta: en la explanada de la Ciudad Universitaria corre bastante el aire de madrugada, todo lo contrario que a primera hora.

En beneficio de todos, el sol iba dejando de agobiar según avanzaba la tarde, momento perfecto para disfrutar de la actuación de Napoleón Solo. Alonso Díaz y sus chicos, quienes han estado presentes en otros festivales veraniegos como el Sonorama, lograron que el público frente al escenario Heineken fuera aumentando canción tras canción, guitarrazo tras guitarrazo. Recordando sus dos álbumes, dejaron caer temas como ‘Perdiendo el tiempo’, ‘Antes de que ocurriera’, ‘Sospecho sospecho’ o la siempre divertida ‘Lolaila Carmona’.

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Poco antes de que Dorian recojan sus bártulos para volver al estudio, ofrecieron en el Dcode el penúltimo concierto de la dilatada gira de ‘La Ciudad Subterránea’, su último álbum. A Marc se le veía un poco despistado sobre el escenario en ocasiones y podía ser, como nos comentaba, por la falta de costumbre de tocar con la luz del sol en sus caras, pero aun así nos hicieron bailar y disfrutar con ‘Simulacro De Emergencia’, ‘Verte Amanecer’, ‘Cualquier Otra Parte’ o ‘La Tormenta De Arena’, que provocó la locura colectiva al final de su show. Por supuesto, hay que destacar la pausa que hicieron a mitad de éste para leer un manifiesto en contra de la subida del IVA en el mundo de la cultura, mostrando una pancarta que rezaba “La cultura no es un lujo, NO a la subida del IVA”, contando con la evidente aprobación del público, pues esto nos afecta a todos.

Otros que han estado girando este verano son Dinero. El trío afincado en Madrid está gozando de un éxito que, justificado o no, trae consigo bastantes seguidores a sus conciertos, tal y como sucedió anoche. Tal vez sea su efectivo directo lo que les haga destacar, porque ver al batería Ekain Elorza aporrear su instrumento es toda una gozada. Contundentes canciones como ‘Lo Mismo’ fueron de las que más gustaron al respetable, haciendo sudar tanto a banda como a público.

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Disfrutar de Kings Of Convenience será siempre más apropiado en un teatro, para sentarse y flotar con sus preciosas composiciones, pero si vienen a actuar a tu ciudad has de ir a verlos, porque siempre regalarán más de un momento mágico. Así ocurrió en la primera jornada del Dcode cuando Erlend y Eirik salían a escena y el sol se iba poniendo. Ni los gritos y conversaciones de según qué asistentes pudieron evitar que los pelos se nos pusieran de punta a los que realmente teníamos interés en ver su concierto. Comenzaron ellos solos con ‘Me in You’, ’24-25′ o ‘Mrs. Cold’ y, adaptándose al formato festivalero (como en el Primavera), luego contaron con banda (guitarra eléctrica, bajo, batería) para temas como ‘Boat Behind’, sobre la cual improvisaron y acabaron dándole aires funk, conformando así la parte más divertida de su actuación, con un Erlend Øye en total estado de gracia, ya fuera bailando o pidiendo al público que coreara en plan pregunta-respuesta. Enlazaron ésta última con ‘Rule My World’ y más funk para finalizar con ‘I’d Rather Dance With You’, más que apropiada en esas circunstancias. Entretuvieron y emocionaron a partes iguales en un show sobresaliente.

Los franceses The Shoes ofrecieron el clásico concierto disfrutable por las masas festivaleras incluso para aquel que nunca hubiera oído hablar ni de ellos ni de su disco ‘Crack My Bones’. Con dos baterías que no terminaban de caer en el efecto Safri Duo (aunque a veces lo rozasen), la banda jugó con los sonidos tropicales y houseros, siempre sin perder de vista los ritmos trepidantes de LCD Soundsystem (y en menor medida Battles). «Sabemos que estáis en la mierda, como en mi país. Yo estoy con vosotros», dijo en castellano uno de sus miembros cuando faltaban 10 minutos para que cerraran el set. Un acierto programarles en un escenario como el Heineken, de tamaño mediano, y a eso de las 22.00, para tomar fuerzas para el resto de la noche.

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Quienes no cabía duda que iban a arrasar eran dEUS. Pese a que la inicial ‘The Architect’ vio a Tom Barman un poco mosqueado con algún que otro problema técnico, nada pudo evitar que se comieran el escenario principal. Los belgas daban por terminada su gira en la capital y por ello lo dieron todo tanto en sus nuevas composiciones (la sensual ‘Quatre Mains’, ‘Girls Keep Drinking’ o ‘Sirens’, pertenecientes a su reciente ‘Following Sea’) como en sus hits más míticos (‘Suds & Soda’). Barman fue el centro de todas las miradas con sus movimientos y su puesta en escena, tan macarra como elegante, pero nada tienen que envidiarle sus compañeros, porque ya solo por el dominio de sus respectivos instrumentos dejan con la boca abierta. Al igual que la última vez que nos visitaron, las proyecciones que tenían preparadas para varios de los temas sumaban puntos a su imponencia sobre las tablas, aunque con su sola presencia ya impresionan suficientemente.

Kimbra saltó al escenario con vestido estrambótico colorido y sobre todo ganas de pasarlo bien y darlo todo. Sin embargo, toda la calma con que se toma su condición de artista de pop en su notable ‘Vows’ se desmoronó sobre el escenario, donde se convirtió más bien en una estrella chillona a lo Katy Perry. Con un sonido deficiente y completamente falto de matices sonaron canciones que, de otra forma, habrían formado un repertorio consistente para una debutante, como ‘Something’, ‘Two Way Street’ o, hacia el final, ‘Settle Down’ y ‘Cameo Lover’. Quizá hoy en las distancias cortas del Apolo, todo salga tan fino como es el disco.

Hace unos días Sigur Rós eran noticia por haber tenido que cambiar de horario en un festival (por una exigencia de Stevie Wonder), lo que llevó a que se vieran obligados a tocar de día, desembocando en una sucesión de desastres técnicos por los que tuvieron que terminar pidiendo disculpas a sus fans en su web oficial. Tras ver su show anoche como cabeza de cartel del Dcode, se entiende todo. De su set no hay que esperar las proyecciones más espectaculares, pero sí una elegante serie de efectos especiales de referencias naturales sobre sus propias imágenes en directo (o al menos lo parecen), que funcionan de la mejor manera posible en torno a la medianoche (ni antes, ni después, cuando su show se vería perjudicado por el agotamiento del público).

Con la intención de llegar a propios y ajenos, algo normal en un festival, el set de esta noche estaba compuesto por sus canciones más conocidas, como ‘Svefn-g-englar’, ‘Ný batterí’ o la majestuosa ‘Popplagið’, con la que acabaron su concierto. Sin querer olvidarse de los más fans, interpretaron un corte de su reciente y relajado ‘Valtari’ y como no podía ser de otro modo, el más enérgico: ‘Varúð’. Todo el show de los islandeses es un espléndido ejercicio de contención. Con un sonido y ecualización excelentes, tocaron sus canciones sin un aspaviento ni ningún exceso, con la voz de su líder como un instrumento más (afinado y perfecto pero nada sobreexplotado), y donde ni siquiera dejaron brillar por encima de lo soportable la preciosa ‘Hoppípolla’, a la postre su gran hit. Por si eso fuera poco, estuvieron acompañados de una sección de cuerda y viento que daba más empaque si cabe a cada momento de su actuación. Hasta para el bis Sigur Rós siguen siendo elegantes: no hubo, simplemente la decena de personas que conforma la banda salió para dar las gracias.

Triángulo de Amor Bizarro volvió a dar el espectáculo por el que amamos todos y cada uno de sus directos después de todos estos años. Los gallegos se subieron al escenario con la intención de revisar algunos de sus clásicos, desde ‘De la monarquía a la criptocracia’ hasta ‘El fantasma de la transición’, pasando por ‘Amigos del género humano’, ‘El crimen: cómo ocurre y cómo remediarlo’ e incluso ‘Isa vs. el partido humanista’, una de las pocas en las que hicieron introducción, afirmando que la cantaban «muy cabreados» y dedicándosela a la postre a la lideresa, a.k.a. Aguirre. Pero también tuvieron a bien guardarse un par de ases en la manga en forma de nuevas canciones que ya han tocado en algunos festivales durante todo el verano. De ellas, cabría decir que parecen (al menos en su directo) algo menos ruidosas que a las que nos tienen acostumbrados y que podrían sonar como una mezcla entre ‘Para los seres atados (a las condiciones terrenas)’ y el sonido, llevado a su terreno, de Alaska y los Pegamoides (‘Llegando hasta el final’, ‘Quiero salir’) o Parálisis Permanente. Atentos a la de «vamos a pudrirnos».

No somos precisamente unos fans de ‘Audio, Video, Disco’, el último trabajo de Justice, pero en su momento, poco a poco, sí entramos en el juego de su debut ‘†’, que incluso llegó a calar con algunas canciones que todavía bailamos y cantamos cuando llega el momento. Por eso, y porque eran uno de los claros cabezas del cartel del festival, su actuación en el Dcode era una fecha inamovible, marcada con amarillo fluorescente en nuestro calendario.

Algo similar debía de haber pasado con la infinidad de fans que los franceses consiguieron acumular en el recinto, todos ellos pertrechados con bien de merchandising de la banda, bien reconocible gracias al (ab)uso de esa cruz que ha hecho tan reconocible al dúo formado por Gaspar Augé y Xavier de Rosnay. Es por eso que, al empezar, aquello era prometedor: nosotros esperábamos ver bailar a todo pichichi hasta que se encendiesen las luces del escenario en cuestión, dando por finiquitado el concierto. Pues nada más lejos de la realidad: el show de Justice, lamentablemente, deja al descubierto algunas de las enormes carencias del dúo frente a… ¿los platos? Para empezar, estaban subidos a un escenario con ínfulas de Daft Punk en el que había un crucifijo iluminado en el centro. Tal era el peso de esta pieza de atrezzo, que alguno seguramente echó de menos a Madonna cantando ‘Live to Tell’. Pero al contrario que sus hermanos mayores, que se suben al escenario con sus cascos (ellos o sus dobles) y se dedican a hacer lo que tienen que hacer, el exceso de protagonismo de los Justice es excesivo. Un par de minutos de foco de luz y pose de Mesías precedieron a ‘We Are Your Friends’, que quedó absolutamente descafeinada en manos de estos dos; y ni siquiera el momento en el que el escenario se abre revelando un teclado dentro que sirve para dar un poquito más enjundia a ‘D.A.N.C.E.’ logra que el público sucumba al éxtasis, que les premió con una sonada espantá antes de que empezasen los bises. Es una pena todo esto y sus imperdonables problemas de sonido, porque ‘Genesis’ es LA canción para abrir un concierto. quietmansmiling, Sebas, Farala.

Fotos: Dcode, quietmansmiling.

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