Título: Overcome By Happiness
Artista: Pernice Brothers
Sello: Sub Pop, 1998
Era 1997 y Joe Pernice estaba un poco cansado después de tres discos con los Scud Mountain Boys, el grupo que le situó en el mapa y que formó parte de la vanguardia del llamado alt-country de los primeros 90, junto a gente como Uncle Tupelo. Así que en la primavera de ese año decidió dejar el grupo y volar libre, con ganas de hacer canciones con más margen para expresarse, sin el corsé ligeramente lo-fi que los Scuds practicaban. Pues bien, podría decirse que se despachó a gusto, porque el salto de ese tercer disco a este primero de los Pernice Brothers fue prácticamente cósmico: doce canciones de pop de guitarras arregladas exquisitamente, con pianos, arpas y una exuberante orquesta. Pero además las composiciones, grabadas en el estudio de Michael Deming en Hartford ya en 1998, conforman una de las colecciones de canciones más inspiradas de finales de los 90. ‘Overcome By Happiness’ fue publicado en primavera de aquel año por ese sello más ecléctico de lo que mucha gente piensa, y que acaba de cumplir 25 años: Sub Pop. En Europa lo licenció otro sello que también está de «bodas de plata»: Ryko Disk, que lo distinguió además con su característica caja de cd de plástico verde transparente, un detalle que siempre otorgaba algo más de dignidad al poco agraciado formato del CD.
El disco comienza de la forma más bonita posible: ‘Crestfallen’, una maravilla que marca el tono agridulce de esta docena de canciones en 40 minutos (la perfección). Agridulzura que resulta de contraponer oro melódico y hielo lírico, una fórmula bien explotada en la historia del pop pero que en este disco llega a cotas sublimes. Pensaría uno al escuchar sólo la música de ‘Crestfallen’ que estamos ante una sinfonía de amores correspondidos y euforia veraniega.
A fin de cuentas en el envoltorio pone «invadido por la felicidad», ¿no? Error: “Fui feliz viviendo una mentira, pensé que estaba bien / Y entonces se rompe sin avisar, es difícil leer su mente simple / Y me deja añorando algo que nunca encontraré”. Es ese contraste el que sigue haciendo, quince años después, que este disco funcione tan bien, porque ¿quién no ha sentido ese cruce de corrientes en su pecho cuando en medio de un naufragio sentimental se ha enfrentado a la belleza más absoluta? El músico que es capaz de encapsular simultáneamente esas dos sensaciones en tres minutos y medio tiene una de las piedras filosofales del pop, y en este disco Joe Pernice fraguó doce rocas de oro.
‘Crestfallen’ no sólo es la primera de ellas, sino una de las mejores: es el sonido de un músico enamorado de cada nuevo acorde, de cada melodía, de su propia voz. La exuberancia de esta canción no podría explicarse de otra manera: una secuencia de acordes que se desenreda como el argumento de una historia emocionante, donde a cada cambio puede llegar el placer, la sorpresa, la gloria. La melodía sigue ese camino con sorprendente belleza, sorteando gloriosos acordes en séptima de la escuela de Big Star, y conducida por la desarmante voz de Joe Pernice, que en 1998 sonaba como el gran sucesor de Colin Blunstone de The Zombies. Y cuando parecía que no podía llegar más alto, ese segundo estribillo (magistral giro, minuto 1:05) en el que entra la orquesta. Por no hablar de la magnífica y serena coda instrumental final. Esa orquesta de diez piezas es el arma secreta de este disco: hay que recordar que el pop de guitarras orquestado no era tan habitual en los 90: ‘Overcome By Happiness’ es en mi opinión el sucesor del gran disco de pop con arreglos de cuerda de los 90, el ‘Automatic For The People’ de R.E.M. Escuchando ‘Crestfallen’ quince años después, de nuevo en verano, en el mismo parque bajo el sol junto a mi casa, recuerdo perfectamente ese estado mental entre la euforia, la melancolía y las infinitas posibilidades de una canción de pop de guitarras.
El disco no da tregua: la segunda pista, ‘Overcome By Happiness’, es pura hermosura: guitarras, la primera aparición consistente de ese exquisito piano tocado por Michael Deming (otra de los músicos claves del disco, coproduciendo con Pernice y Monahan), y más dolor envuelto en dulzura pop, de hecho es la canción que destapa la trampa sarcástica del título del disco: “You don’t feel so overcome by happiness”, es decir, el título omitía el negativo… “Estás arruinado / ¿Crees que podrías recomponer tu vida a tiempo, sólo para descubrir que no tienes paz interior?”. Musicalmente, otra de las grandes secuencias de acordes de Joe Pernice, completada con precisas armonías, batería seca de soft-pop setentero, y un bonito ‘middle-eight’ con extra de eco.
El disco continúa con ‘Sick Spot’, una preciosa miniatura de minuto veinte segundos muy reveladora, como una pieza incompleta sacada de un disco de Jimmy Webb o de ‘Smile’ de los Beach Boys. Suena al tipo de música que Joe Pernice trataba de evocar con este disco, pop dignificado con arreglos clásicos, y melancólicos acordes de novena menor. Una canción que sin resolverse pasa casi sin pausa a ‘Clear Spot’, la más uptempo, más puramente pop del disco, una composición impensable en un disco de los Scud Mountain Boys, y que en consecuencia suena a descubrimiento, a liberación, con un alegre piano, guitarras magistrales que concluyen en deliciosos arpegios mezclados con las voces entrelazadas de Joe Pernice y sus músicos, y todo en menos de dos minutos y medio. La concisión hecha canción en la pieza quizá menos depresiva (“estoy mejor ahora que te has ido / uno no puede fiarse de un minuto al sol / Y aun y todo tienes algo especial”).
La cara A virtual (el disco no se llegó a publicar en vinilo) se completa con dos excelentes composiciones. ‘Dimmest Star‘ es la primera, una pieza acústica muy reminiscente de los Chris Bell y Alex Chilton más íntimos (la melodía casi pisa la de ‘I’m In Love With A Girl’ en algún momento) en la que la voz de arena fina de Joe Pernice es especialmente placentera. Líricamente es otro exquisito lamento, una canción dedicada a “la estrella más sombría”, a la que suplica que no se vaya de su atribulada vida. La segunda, ‘Monkey Suit’ concluye la cara de forma más alegre, una canción pop dedicada al metafórico disfraz de mono en el que Pernice confiesa sentirse atrapado.
La cara B se abre con Joe Pernice de nuevo fascinado por los acordes que llenaron de melancolía el pop de Bacharach y Carole King, pero reciclados en canciones de lo que podríamos llamar «americana pop». ‘Chicken Wired’ es justo eso, además de la canción quizá con el ambiente más relajado y evocador del disco, precioso detalle de trompeta incluido al final. Pero recordemos que las canciones de este disco son como bellas trampas: ‘Chicken Wire’, la única letra propiamente «narrativa» del disco, cuenta la historia de una chica que se suicida en el garaje de su casa, junto a la roñosa cortadora de césped. Según ha contado Pernice al interpretarla en directo, se trata de la historia real de una amiga suya.
‘Wait To Stop’ es otra de las grandes melodías de diamante de Pernice, además de otro clásico de «décalage» melódico por el inesperado giro de la secuencia de acordes, ese truco magistral que este disco lleva a cotas estratosféricas. Y también es una canción que recuerda mucho en su estribillo con armonías vocales a otros héroes del pop melódico de los noventa, Teenage Fanclub, pero llevando su sonido a un terreno más cálido (¿cuántas canciones de los a veces estridentes TF podrían haberse beneficiado de un piano, de un sonido más orgánico, al estilo de los de este disco? Sólo preguntaba).
‘Overcome By Happiness’ avanza hacia el final con ‘All I Know’, un interludio casi totalmente orquestal, la voz de Pernice tan sólo arropada por cuerdas, piano y sutiles detalles de caja y guitarra acústica, que dan como resultado una canción con ecos del «pop de cámara» de Honeybus o The Left Banke. Un contexto de «drama sereno» perfecto para otra de las afligidas letras del autor: los versos “Puedes perder a todos tus amigos, y tu suerte / Pero nada duele como perderla a ella” suenan especialmente emotivos con ese marco instrumental.
Tras ‘Shoes And Clothes’ llega ‘Wherein Obscurely’, otra pieza meditativa casi sin batería, sólo cálidas guitarras eléctricas arpegiadas, colmadas con balsámicas cuerdas. Y al decir balsámicas me pregunto si es quizá el secreto oculto de este disco, como si esas orquestaciones fuesen una pomada sonora que Joe Pernice quiso aplicar en sus heridas emocionales: “la forma en la que la luz del sol tocaba tu cara / y después todo se desvanece”. Si fue así no sabemos si el bálsamo surtió efecto, pero sí que el resultado fue un disco hermosísimo de pop, disco que concluye en clave acústica con ‘Ferris Wheel’. Un vals entre el pop y el country para cerrar un disco que simboliza también un lento pero inevitable cambio conceptual de finales de los noventa, sutil pero importante: El término “alt-country” empieza a sustituirse por “americana”. De hecho ambos términos aparecían, como pasándose el testigo, en el papelito promocional que rodeaba al CD bajo el precinto. Este disco es pues parte de un adiós a una música de raíces bastante inamovibles que empezaba a abrir sus horizontes a paisajes más pop, un «americana» en el que cabrían el folk y el country pero también Van Dyke Parks.
‘Ferris Wheel’ es, en última instancia, el último alarde de un compositor en estado de gracia: una canción extraordinariamente bella construida alrededor de dos acordes de infalible melancolía (de nuevo novenas menores de la escuela de King y Bacharach, la “otra americana”). Pernice a la guitarra acústica, casi susurrando, unas gotas de piano, y esos dos acordes girando hipnóticamente como la noria del título: “La luz de la luna es de un oro amargo / No quiero morir / Pero no lo sabes hasta que lo intentas / Y fracasas.” Un oro amargo que en este ‘Overcome By Happiness’ brilla como en pocos discos de pop de los noventa.