Cass McCombs / Big Wheel And Others

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Cass McCombs / Big Wheel And Others

big wheel and others¿Nunca os habéis preguntado cuáles serán los discos de hoy a los que se rendirá culto en el futuro? ¿Sobre los que se escribirán libros? ¿Los que inspirarán a los artistas más alabados de 2040 (si hay)? La experiencia nos dice que es algo muy aventurado, y que ocurre a menudo que los discos que son más referenciados por otros músicos posteriores no suelen coincidir con los más exitosos o, ni siquiera, con los que copan esas listas de final del año que estos días acaparan toda la atención. Uno raramente tiene la certeza de enfrentarse a una de esas obras que trascienden su propio tiempo, pero ocurre. A mí me ha sucedido con ‘Big Wheel And Others’, el nuevo álbum de Cass McCombs.

Después de tres álbumes soberbios que le han situado donde merece, el cantautor californiano, lejos de estancarse, sube su apuesta artística con otra nueva cumbre, en una ascensión que no parece tener techo. En este caso, alejado de obras «temáticas» como se intuía que eran ‘Wit’s End‘ y ‘Humor Risk‘, McCombs se desmarca con un disco doble de veintidós cortes libres de temática, estilo e incluso formación, grabados durante meses en estudios diferentes de ciudades diferentes, junto a técnicos diferentes (entre los que se cuentan Chet JR White –ex Girls– y su habitual Ariel Rechtshaid –ahora famoso por sus trabajos con Vampire Weekend, HAIM o Sky Ferreira–) y con una banda de formación inconstante. ‘Big Wheel And Others’ es un libro de cuentos, no una novela. O, mejor, un gran mural (que tiene un fantástico reflejo en la portada de Albert Herter, ilustrador que ya creó la de ‘Humor Risk’) pintado con los colores básicos de la tradición musical norteamericana y que, intuimos, es un amplio, diverso y rico retrato de ese bagaje de McCombs por su propio país.

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Encontramos esa conexión de ‘Big Wheel And Others’ con el presente y con la diversidad de su país en personajes, paisajes y confesiones dispersas en sus fantásticas letras, siempre sugerentes y con lecturas múltiples para el oyente, que no sirve explicar sino recomendar leer. Pero también, en este caso, en tres retazos sonoros de la película documental ‘Sean’, rodada en 1969 por Ralph Arlyck y protagonizada por un niño de cuatro años criado en una comuna hippie que «comía» marihuana. Los tres retazos de aquella película que ejercen de introducción e interludios (por supuesto, nada aleatorios) provocan espanto e incredulidad. Esos tres alucinados testimonios, esas tres pinceladas, suponen una imagen brutal de la condición miserable y perversa del hombre, que no solo nos recuerda que los viejos tiempos no fueron mejores sino que nos da algunas claves sobre los temas que, explícitamente o no, se tocan en este disco: religión, patria, hogar, justicia, protección…

Como parece obvio indicar, si un disco digamos «normal» de McCombs no es precisamente fácil, un disco doble tampoco lo es, si bien no es el doble de difícil. Podría decirse que su extenso minutaje, casi hora y media, requiere paciencia, pero eso no es exacto. Más bien, lo que estas veintidós canciones ofrecen son múltiples oportunidades para ser disfrutadas, leídas y entendidas. Su rica variedad, yendo del rock de carretera (‘Big Wheel’, ‘Satan Is My Toy’) al de las callejuelas sórdidas (‘Joe Murder’), del blues acústico y delicado (‘Aeon Of Aquarius Blues’) al más jazzy y exuberante (‘The Burning Of The Temple, 2012’, ‘Home On The Range’), del funk más rock (fantástico instrumental ‘It Means A Lot to Care’) al rock travestido de funk (en su versión del ‘Honesty Is No Excuse’ de Thin Lizzy), del folk más country (‘Angel Blood’, ‘Dealing’) al country más pop (‘Sooner Cheat Death Than Fool Love’ o ‘Morning Star‘, con su sabor a los R.E.M. de ‘Out Of Time’), de torch songs más grandes que la vida (literalmente, porque ‘Brighter!‘ fue interpretada por su musa Karen Black poco tiempo antes de morir), se va haciendo más comprensible y manejable a cada escucha.

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En todo ese abanico de registros, todos coherentes y siendo parte de un todo difícilmente divisible, cabe apuntar a algunos temas que definen la singularidad de Cass McCombs como sintetizador y depurador de estilos, consecución máxima de su personalidad como autor: en una cara de la moneda, ‘There Can Be Only One‘ suena dulce y ágil a la vez, como hermosa y paradigmática canción de amor; en la otra ‘Everything Has To Be Just-So’, pieza central del álbum de nueve minutos, indefinible estilísticamente, sinuosa y ambiental y de cuidada instrumentación (por cierto, con una participación fundamental de Joan Wasser, más conocida como Joan As A Police Woman), en la que McCombs refleja la zozobra social actual (con algún guiño al comunismo, incluso) en una frase brutal: «pero esto no es un mundo perfecto, es una tormenta perfecta».

‘Big Wheel And Others’ es un disco fuera de tiempo, por su carácter absolutamente alejado de la urgencia, en un presente sin tiempo para degustar una obra con la calma y el deleite que esta ofrece. Como decía, estas veintidós canciones no piden ni exigen paciencia o atención. Están ahí lanzadas al aire para siempre (metafóricamente, la última nota de ‘Unearthed’ permanece sonando en un bucle continuo al final del segundo vinilo) por este cada vez más grande autor, con todo su misterio y su belleza, listas para entregarse a quien las quiere poseer.

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Calificación: 8,7/10
Lo mejor: ‘Brighter! (feat. Karen Black)’, ‘There Can Be Only One’, ‘Morning Star’, ‘The Burning Of The Temple, 2012’
Te gustará si te gusta: Bill Callahan, Phosphorescent, Kurt Vile
Escúchalo: Deezer

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