En muchos sentidos el cuarto disco de Shinova es un debut para el grupo vasco o, a lo sumo, un segundo álbum tras la buena aceptación del anterior ‘Ana y el artista temerario’. Con el punto metalero de sus inicios cada vez más contenido, ya hasta rozar la desaparición total, el grupo liderado por Gabriel de la Rosa ofrece una producción mucho más sutil que incluso en algún momento roza lo bucólico y la americana, probablemente espantando a los fans que antes podían compartir con Sôber.
La crítica fácil hacia el giro estilístico de la banda es el oportunismo. En un mundo en que Izal y Vetusta Morla logran discos de oro y convocan a un par de decenas de miles de personas en festivales, es normal que surjan bandas en la estela. Y sin embargo parecemos olvidar que el ViñaRock también es un festival masivo (este 2016 ha sumado 200.000 asistencias en 3 días) y que por la lista de ventas aparecen casi cada semana un par de artistas de rock duro, los cuales además tienen un público muy fiel que les suele acompañar durante décadas.
Lo seguro es que Shinova, que descartaban cambiarse de nombre en esta nueva etapa porque prometen evolucionar, no descartan «hacer un disco de folk» y no quieren encajonarse en ningún estilo, se encuentran perfectamente cómodos en ‘Volver’. La voz de De la Rosa es lo suficientemente bonita como para afirmar sin rodeos que estaría desperdiciada en un registro únicamente macarra, y el grupo sabe manejarse muy bien en las estructuras in crescendo, como demuestra su mayor hit, ‘Doce meses’, que culmina bien arriba con ese épico «seguro que ahora hay menos luz».
‘Volver’ presenta una medida combinación de elementos electrónicos (los justísimos, pese a lo que parecía por el principio del álbum), guitarras que devanean entre Coldplay (‘La ciudad dormida’) y Los Rodríguez (‘Volver’) y cuerdas (estupendas en ‘Viajero’ y sobre todo en ‘El combate del siglo’), mientras las letras nos inyectan una buena ración de optimismo. Hay rabia, como sucede en la desbocada, caótica y quizá algo inacabada ‘A treinta metros’ (¡ese megáfono!), pero lo que extraerás de las reiteradas escuchas son sentencias como «mucho peor la indecisión que el arrepentimiento» (‘El país de las certezas’), «olvidamos los consejos, los prejuicios y los miedos (…) vivimos cada instante como si el siguiente no fuera a llegar» (‘Para cambiar el mundo’), «todo se reduce a este momento, lo demás ahora da igual» (‘Volver’), «si vimos sombras es que hubo luz» (‘Qué casualidad’) o «no tengo mucho tiempo para gastarlo en el pasado» (‘Tengo’).
Shinova saben contextualizar todo ese carpe diem en unas canciones de ritmos vibrantes, estructuras peculiares y buena instrumentación, además de un buen equilibrio entre la primera mitad, más accesible, y la segunda, ligeramente más reflexiva. Si siguen perfeccionando su fórmula por igual en todas sus composiciones, y sobre todo si se deciden a absorber las estupendas y variadas influencias de las que presumen en las entrevistas, comenzando por esa Chavela Vargas de la que de momento solo han tomado el título del disco (y según ellos, «la emoción, el sentimiento, la fuerza»), ganarán en personalidad.
Calificación: 6,1/10
Lo mejor: ‘Doce meses’, ‘El combate del siglo’, ‘Para cambiar el mundo’
Te gustará si te gustan: Bunbury, Vetusta Morla, Izal
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