Melenas apenas han tardado un año, desde su formación en el Nebula de Pamplona, en escribir y grabar todas las canciones que conforman su debut. Tres sellos se han unido para publicarlo: El Nebula Recordings, Elsa Records y Snap Clap Club. El vinilo, de preciosa portada (obra de Oihana, la cantante Paula Estévez), está agotado. Todo esto da idea de la expectación que Melenas han despertado… aunque expectación no es la palabra adecuada, porque suena a futuro. Y aquí lo que hay es un hermoso presente. Ellas no han salido de la nada; varias de sus componentes ya tenían experiencia: Leire, la bajista, poniendo voces en los Ginkas; Lauri, tocando la batería en Panty Pantera (y también en Río Arga). Pero hay que admirar la compenetración, la solidez y la personalidad que desprenden ya como banda en tan corto espacio de tiempo. Este debut, además, sirve para arrearnos una colleja (cariñosa) a todos los viejos gruñones que nos dolemos de que “a la juventud no le gusta el rock” (como bien indicaba mi compañero Raúl Guillén aquí) y “en-los-conciertos-sólo-ves-a-gente-de-más-de-treinta”. Y mira por donde, un grupo de veinteañeras nos está robando el corazoncito.
Más allá de las referencias más directas que se nos puedan ocurrir, Melenas recuerdan a colegas de generación y ciudad como Exnovios, Río Arga, Tremenda Trementina o Kokoscha. Pero, sobre todo, entroncan con una tradición de pop muy anglosajón y muy ibérico a la vez, esa que arranca con los primeros Brincos, pasa por Los Bólidos, Zombis y la nueva ola de finales de los setenta-principios de los ochenta, va hasta Los Fresones Rebeldes e incluso llega a El Niño Gusano (‘Una voz’ llega a los terrenos del llorado Sergio Algora)… En definitiva, a ese espíritu de pop directo, sin pretenciosidad, un punto naïve, pero con gran ambición artística (que la hay, y mucha).
Melenas tienen la pericia instrumental suficiente para no sonar limitadas ni excesivamente amateur pero sin perder un ápice de frescura. Destaca particularmente la característica forma de tocar la batería de Lauri; sincopada, más bien aporreada, pero tremendamente efectiva. El sonido del álbum, directo, avejentado, evocador, sumado a los reverbs en la voz, le da la atmósfera adecuada, anacrónica en el buen sentido y tiñe de cierta melancolía el conjunto. Todo esto cristaliza en una colección de canciones que entran como el agua y se pegan de mala manera, repletas de cotidianidad y ganas, basadas en buenas melodías -directas pero no simples-, cuidadas armonías, arreglos pequeños pero efectivos, que demuestran un gran dominio de los códigos estéticos del garaje y del pop de los sesentas.
El arranque alegremente furioso y arrollador de ‘Cartel de neón’, con un riff contagioso, salpicado de panderetas; todo es el órgano, el cristalino punteo y los coros de ‘Mentiras’, las líneas de las guitarras en ‘Gira’, la psicodelia pastoril británica en ‘Una tras otra’ o ‘Volaremos’. El Hammond de ‘Tú me haces lo mismo’ y la alegría que desborda a sus reproches agridulces pero cariñosos la convierten en un clásico, puro caramelo punk-pop. Los contundentes golpetazos y el trenzado ruidoso que marcan ‘Alfajarín’, catapultan las voces bucólicas de su estribillo y su letra de anhelos domésticos (“Vamos a viajar/sin movernos del sofá”). ‘Una voz’ se pinta de ternura triste que gracias al juego entre las armonías vocales y sus guitarras levemente distorsionadas, crea un final que puede recordar a los primeros Planetas. Sí, la saga del pop pamplonés no sólo sigue, sino que, además, acaba de entregarnos una de sus más refulgentes obras.
Melenas actúan el 13 de enero en Sala Razzmatazz.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Mentiras’, ‘Gira’, ‘Una tras otra’, ‘Tú me haces lo mismo’, ‘Alfajarín’
Te gustará si te gusta: Exnovios, Tremenda Trementina
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