IZAL / Autoterapia

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IZAL / Autoterapia

Izal es un grupo conservador. Desde el principio de los tiempos ha ofrecido un pop-rock melódico proclive a la épica inflada, bastante similar a Héroes de Silencio, y letras supuestamente poéticas llenas de clichés, pero también una retahíla de canciones con madera de hit incontestables a las que ha acompañado un éxito comercial que ya quisieran para sí muchas bandas “indies” actuales y veteranas. Y nada de esto ha cambiado en ninguno de sus discos, tampoco en ‘Autoterapia’. ¿Para qué abandonar una fórmula que funciona?

Producido, como ‘Copacabana’, por Santos & Fluren, ‘Autoterapia’ es, ni más ni menos, otro disco de Izal. Aunque el grupo afirma en las entrevistas que le “costaría mucho no experimentar” en cada disco, no se puede hablar exactamente de evolución en un ‘Autoterapia’ que, de no ser por su producción ligeramente atmosférica, como brumosa, y por ciertos instrumentos o estilos más o menos novedosos en su repertorio que encontramos en algunos temas, ofrece canciones perfectamente intercambiables con el resto de obras del grupo, aunque en este caso sintonicen (aunque con muchas interferencias) más bien con el sonido eléctrico y depresivo de ‘OK Computer’. Y como todos los discos de Izal, ‘Autoterapia’ presenta composiciones acertadas, otras que lo son menos, una buena dosis de grandilocuencia artificial y sobre todo unas letras sumamente repetitivas que parecen recicladas de pasajes anteriores.

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Porque sí, las letras vuelven a ser el punto flaco de Izal en ‘Autoterapia’. El grupo tiende a repetir figuras, conceptos y expresiones hasta la extenuación, resultando en textos que, de tantas veces que se usan, terminan por no significar nada. Entre todos los discos de Izal se podría diseñar una gráfica detallada sobre las veces en que Mikel Izal habla de una “casa” (esta es su palabra favorita, en una “casa” aparece, de hecho, en el vídeo de ‘El pozo’, mirando por la mirilla a los extraños) para expresar su mundo interior, o en las que usa figuras de la naturaleza o fenómenos meteorológicos para expresar un sentimiento (el sol, la lluvia, el huracán, el océano), o en las que se muestra corriendo, huyendo, volando o incluso flotando en el espacio para decir… pues eso mismo.

Y en ‘Autoterapia’, demasiado a menudo encontramos a Mikel Izal invocando a las autoridades públicas metafóricamente para expresar su vulnerabilidad y un sentimiento de perdición ante el destino. “Me declaro a su señoría de todos mis delitos el culpable” (‘Autoterapia’), “salga despacio con las manos en alto” (‘El pozo’), “esta noche eterna, triple condena” (‘Bill Murray’), “gracias por no hacerme declarar culpable de no pedir perdón” (‘Temas amables’)… Por lo menos, la repetición de una frase en ‘Variables’ que ya aparecía, casi tal cual, en una canción del disco anterior (“y de tanto contar, conté con terminar las vidas que nos quedan”) es a propósito, ¿verdad?

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Esta tendencia a la repetición deja en evidencia a un grupo con serios problemas para ahondar en los matices de ese mundo interior que pretende mostrarnos. La realidad es que Izal busca bucear en sus sentimientos, pero la profundidad con la que los expresa en ‘Autoterapia’ es equivalente a la de una piscina infantil. De ahí que ciertos pasajes del disco parezcan tan superficiales. ¿Cómo se puede retratar la depresión si no es contando que es tan oscura como un “pozo” y que duele tanto como un puñado de “alfileres”? Y otras frases como “mi cielo abierto a media tarde”, “las densidades de mis infiernos”, “la horizontalidad tranquila rendida ante el sueño”, “mi mala suerte combina con tu olor” (?) o los lugares comunes en los que incurre ‘Canción para nadie’ son cursis o directamente absurdos. No, Izal no quieren ser Joaquín Sabina, pero su simpleza lírica no es una virtud, porque tras ella no se esconden ideas precisamente complejas.

Por suerte, al margen de los textos, Izal sabe escribir una buena canción pop-rock, y en el disco hay varias. ‘Ruido blanco’, que retrata la “paradoja” de conocerse a través de las redes sociales, no podría contarnos su historia de manera más predecible (“se multiplicaron las presencias más ausentes”, “tanta cantidad sin calidades, tanta agenda, tanta entrada”), pero la canción es emocionante y espectacular; el subidón de ‘La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo’ despega con tanta fuerza que parece dirigirse al espacio junto a su protagonista, y pese a su ligero parecido con los Vetusta Morla más intensos, ‘El pozo‘ es ya un clásico de Izal gracias a un estribillo claro y cristalino. Por otro lado, ‘Autoterapia’ inicia el disco con energía y ‘Pausa’ le inyecta un drama necesario en forma de balada. Y ‘El temblor’ tiene un punto desesperanzado: es uno de los hits escondidos del disco.

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No se puede negar que los discos de Izal son dinámicos, pero, como ‘Copacabana’, ‘Autoterapia’ vuelve a anteponer en demasiados casos la forma al fondo, revistiendo con tono solemne, heroico y autoritario unas canciones muy justas, como ‘Temas amables’, ‘Santa paz’ o ‘Variables’, incapaces de desmarcarse de otras composiciones mejores en el disco y en el repertorio de Izal. La tendencia del grupo a sonar “bigger than life” puede llegar a funcionar muy bien, pero ‘Autoterapia’ busca sonar a catarsis y el resultado no produce exactamente ese efecto. Más bien, se desgasta a sí mismo y resulta agotador, sobre todo leyendo ciertos versos de los que es mejor abstraerse. Nada ha cambiado, en definitiva, en el universo Izal…

Calificación: 5,5/10
Lo mejor: ‘Autoterapia’, ‘El pozo’, ‘Pausa’, ‘El temblor’
Te gustará si te gusta: Vetusta Morla, Love of Lesbian, Supersubmarina
Escúchalos: Spotify

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