Hay veces que un libro no te gusta porque sus personajes son muy tópicos y están muy mal definidos; otras porque el argumento no tiene ni pies ni cabeza; otras porque es demasiado denso o demasiado ligero; otras porque sencillamente es malo y lo ha escrito un descerebrado. En este caso, ninguno de estos factores ha provocado que este libro me horrorice ya que es una obra excelente la mires por donde la mires; los culpables de este desaguisado han sido los editores españoles, nada menos que Alfaguara, que para editar este libro han debido recurrir al traductor becario porque está lleno de faltas de ortografía, gramaticales y de puntuación. Pero lleno lleno, hasta el punto de que me puse a doblar una esquinita de cada página en la cual había una morcilla y ahora el libro abulta el doble. Es una verdadera vergüenza que hayan permitido que se le haga esto a esta novela.
Aunque en el Reino Unido y EEUU se publicó en 1988, aquí no ha llegado hasta 2006 (y de qué manera), y en ambos países fue un éxito de crítica y público. William Boyd, británico, escribió esta incisiva crítica a la sociedad estadounidense y al inglesito medio con un sentido del humor muy fino y muy mordaz, llegando a veces a provocar la carcajada al lector con situaciones realmente ridículas. ‘Barras y estrellas’ cuenta la historia de Henderson, un tasador de arte inglés muy amante de los EEUU y sus costumbres que se muda a Nueva York a trabajar en una importante galería. Su mayor obsesión es ser aceptado por esa sociedad que él considera tan magnífica -pero que en el fondo no conoce tanto- por lo que está dispuesto a renegar de sus orígenes siempre que haga falta. Un día le mandan a un pueblo en plena América profunda, en Alabama, a tasar unos cuadros de un típico paleto rico, y aquí es donde comienza su rocambolesca aventura con esa cara de EEUU que él ni se imaginaba. Ni Mr Bean las pasa tan mal en la peor de sus pesadillas; hay que ver lo que puede hacer una familia sureña sobre un estudioso inglés.
Pero el argumento te deja de interesar -o, al menos, te obligan a no prestarle atención- cuando en la primera página ya te encuentras un ti acentuado. Al principio piensas que es un error, pero ves que es una norma cuando no lo escriben de ninguna otra manera en ningún momento. Esos tís hacían daño a la vista. El mismo que hizo la traducción al castellano también decidió que el pretérito perfecto simple de ver y dar también iban acentuados, de manera que podías encontrar por doquier unos fastuosos dí , dió y ví que no te permitían atender a otra cosa. El buen hombre también se tomó la libertad de escribir ‘neoyorquino’ con k (quedando como neoyorkino) y de regalarnos alguna perla más como el imperativo del verbo ir acentuado (vé), al igual que el participio de incluir (incluído). Todo esto se repite como norma cada vez que aparece, no son excepciones, erratas tipográficas ni descuidos.
Y así, queridos niños, es como se destroza una buena novela y se convierte en un texto de un repetidor de tercero de la ESO. A mí me parece muy grave que una editorial «seria» permita que se publique un libro así, sin una corrección en condiciones. Así que yo lo recomiendo pero supongo que en inglés, que te ahorrará esos horribles tís que te dan ganas de ir arrancando las páginas.