The Fiery Furnaces / Bitter Tea

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The Fiery Furnaces / Bitter Tea

The Fiery Furnaces / Bitter TeaDespués de haber editado cinco álbumes en menos de tres años (incluyendo ‘EP’, un recopilatorio de caras b’s y rarezas que para mí es, curiosamente, su mejor obra), los hermanos Friedberger han demostrado ser una de las bandas más prolíficas del momento, con desiguales resultados, y han cosechado tantos fans como detractores. De hecho, creo que incluso sus fans se tornan detractores en determinados momentos y al revés, y que su ecléctica forma de concebir el pop como un remedo experimental de rock-blues-disco-pop-electro-ópera (art-pop, dicen los listos) busca abiertamente ese amor-odio por parte del oyente.

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En las primeras escuchas de ‘Bitter Tea’, como en el predecesor ‘Rehearsing My Choir’ o en ‘Blueberry Boat’, uno tiene la sensación de que la banda sólo busca tomar el pelo al oyente, jugueteando con el estéreo (cuidadito con la baja frecuencia de ‘Whistle Rhapsody’, que puede hacer pupita), rompiendo el ritmo de las canciones cuando uno empieza a pillar el punto, repitiendo melodías del revés en varios temas… Pero si no se pierden los nervios y la paciencia y se le dan más de cuatro o cinco oportunidades, ‘Bitter Tea’ empieza a cobrar sentido en el caos pop del universo Friedberger y uno se acerca a comprender la angustia de ‘In My Little Thatched Hut’, el melodrama cotidiano de ‘In No Mood’, el piano esquizofrénico de ‘Bitter Tea’ e incluso en el trance numérico del final de ‘The Vietnamese Telephone Ministry’. A cada escucha, lo que antes se percibía como una tortura sonora se aprecia como un sinfín de matices que adornan y trastornan estrambóticamente las canciones que, por otra parte, demuestran el enorme olfato para la melodía de TFF. Ahí quedan ‘Police Sweater Blood Bow’, ‘Nevers’/’Benton Harbour Blues’ (la misma canción en dos versiones: una imposible y otra convencional), la melancolía de ‘Black Hearted Boy’ o el disco-no-bailable de ‘Oh Sweet Woods’ (¿no son esos los acordes de ‘Billy Jean’?). Pero las dos grandes cumbres del disco son los dos temas enlazados ‘Teach Me Sweetheart’ y ‘Waiting To Know You’, dos preciosas baladas (llamémoslas así) que emocionan más a cada escucha.

Mención aparte para los textos, porque la novia de Alex Kapranos y su hermano muestran un especial talento para crear figuras oníricas y excesivas de situaciones ordinarias y, sobre todo, usan el texto como un instrumento más, jugando con la sonoridad de las palabras, como si de unos Gómez de la Serna del rock contemporáneo se tratase, engrandeciendo aún más su propuesta. No sé si esto tiene sentido, así que ahí van algunos ejemplos:

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‘I was so drunk last night / I didn’t even undress for bed / And the pin in my hair was still stuck in my head’ (‘In No Mood’)

‘I was in Tahoe, on the California side, / waiting in the lobby at 665 1/2 Frontage Road / when two extra-blond short-sleeve button-down white-shirt blue-tie mystery Mormons came in and put this music on’ (‘Oh Sweet Woods’)

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‘Vibrate buzz buzz ring and beep / tell me baby what time is it now’ (‘Police Sweater Blood Vow’)

‘My father in law was lying on his bed / Growling like a dog, growling like a dog, growling like a dog / He gave orders to spill my blood’ (‘Teach Me Sweetheart’)

‘Come away, teach me, sweetheart / Come on past, brave young bachelors / I’m alone, teach me, sweetheart’ (‘Teach Me Sweetheart’)

Si se tiene la suficiente paciencia y fe (¿?), uno puede llegar a descubrir que está ante… ¿el disco del año? 9

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