Lidia en Hello Cuca es Lidia, la cantante y guitarrista, sin más (ni menos) artificios. El trío murciano es el underground del underground nacional y no ha gozado de mucha suerte, que digamos. Lidia, quizá hastiada de esa falta de suerte (elucubraciones mías no contrastadas, lo admito), emigra a Malasaña y comienza a labrarse una carrera en solitario. Lejos de casa Lidia empieza a ser Tormina, un ente que a su antojo le sirve de disfraz o de personaje principal de sus canciones: Tormina ha dejado también su Mar Menor natal para buscar cobijo en una Isla De Las Bufandas que ahora considera su hogar, pese a estar tan lejos de su añorado mar.
Damunt juega con Tormina a ser alguien que parece ser ella pero que no lo es, aunque viva cosas que ella misma podría estar viviendo. Este juego de luces y sombras que mezcla fantasía y autobiografía (que rememora, con modestia, los pasos literarios de autores tan imponentes como Walser, Sterne o Vila-Matas…) es sin duda una de las mejores bazas de este gran debut. Damunt tiene un verdadero don para moldear con su personal dicción las palabras, empujándolas suave o rabiosamente para que se alarguen, se encojan, encajen o se plieguen a su antojo, de forma que a menudo uno es incapaz de predecir cómo acabará las frases. Curiosamente, a menudo parece que todo es fruto de la improvisación y que si Lidia quiere cantará de nuevo la canción y dirá cosas totalmente diferentes y quedará todo tan bien.
Cosas que irán desde cuentos soñados repletos de sentido del humor (estupenda ‘Pagan por tocar’, ‘Temprano por la mañana’) o relatos que coquetean sin titubeos con la fantasía difuminada en cotidianeidad, algo así como el realismo mágico de García-Márquez aplicado al pop. ‘Ocho caballitos de mar’, ‘Aloes de 50 metros’, ‘Té de jazmín’… son fabulitas musicales pobladas por misteriosos e inquietantes personajes/seres como Kanel y Vanilj (sí, eso es canela y vainilla), El Hombre Del Poncho, Frau Ursula Kimmel, Los Comedores de Plasma… que probablemente existan en formas más mundanas a las dibujadas aquí por Damunt.
Todas estas historias no podrían tener mejor trasfondo musical que el mismo del que se han servido los grandes trovadores del siglo pasado (Dylan, Hank Williams, Woody Guthrie): guitarra acústica, harmónica y una patada al suelo envuelta en cascabeles a modo de percusión. Raíces musicales de la América profunda filtradas por un tamiz mediterráneo. Damunt ocupa un hueco en el pop nacional que ya es imprescindible. El hueco de una cantautora de una imaginación desbordante, humor chispeante y un universo surreal, personal e intransferible. Y lo más admirable es que no sabíamos que ese hueco estaba vacante porque es ella la que se lo ha inventado.
Calificación: 8/10
Temas destacados: ‘Aloes de 50 metros’, ‘Pagan por tocar’, ‘Isla de las bufandas’, ‘Pueblo fantasmal’
Te gustará si te van: Hank Williams, Bob Dylan, las letras de El Niño Gusano o Manos de Topo