Discos de la década: Low

Low habían sido durante los 90 una de las bandas precursoras del slowcore, junto a otras formaciones como Galaxie 500. En ‘Things We Lost In The Fire’, de 2001, supieron hacer este estilo, caracterizado por su minimalismo y su crudeza, más asequible, ofreciendo canciones preciosas que incluso se podían tararear. No era un disco de pop ni Low daban con él la espalda a sus raíces. Simplemente en medio de la bruma y la densidad de las guitarras y la oscuridad surrealista de las letras, les salieron unas cinco de esas canciones que, de tan buenas, superan cualquier tipo de barrera que pueda suponer un género.

El matrimonio formado por Alan y Mimi, en esta época aún con el bajista Zak Sally, conseguía convertirse en el grupo favorito de la prensa especializada, algo que no muchos habrían esperado de un par de mormones confesos.

‘Things We Lost In The Fire’ se abre con ‘Sunflower’, uno de los clásicos del grupo. La batería de Mimi machaca imperturbable mientras su voz y la de Alan, en una armonía perfecta, nos hablan de cuerpos encontrados en el suelo y flores que se ofrecen después. El juego de voces identifica claramente el sonido de la banda y también el tipo de imágenes. Las letras de Low rara vez serán claras, pero sus figuras grotescas, el tipo de palabras y el modo en que se articulan junto a su música dejan claro el carácter sombrío, pesimista y trágico del grupo.

La espesa ‘Whitetail’, segunda pista del disco, es otra buena muestra de ello. Ni siquiera momentos más ligeros, como el single ‘Dinosaur Act’, suenan remotamente optimistas. Como tampoco nadie espera de un tema suyo llamado ‘July’ algo luminoso. Al contrario, a pesar de estar vinculado de alguna manera a las baladas del post-grunge que pudieron practicar en la segunda mitad de los 90 R.E.M., Hole o Smashing Pumpkins, el tema de Low es más lento y desesperanzado. Alguno incluso hablará de la autenticidad de Alan y Mimi frente a la impostura de otros. A nadie sorprende averiguar que el grupo vive rodeado de bosques en un pequeño pueblo de Estados Unidos o que Alan sufriera posteriormente una grave depresión.

En medio de las miserias de la vida, Low también nos hablan de su cotidianeidad personal. En ‘In Metal’ cantan al deseo de que uno de sus bebés nunca crezca y se quede para siempre como es envuelto en metal. Ese no poder hacer nada contra el desarrollo del mundo busca consuelo en el abrazo de un ser querido en la preciosa ‘Closer’, favorita de todo el mundo, o en ‘Like A Forest’, la canción mejor arreglada del álbum, que consigue cierta vitalidad a través del enfrentamiento de contrastes.

Pero no nos equivoquemos. La música de Low no sirve como terapia. A pesar de que en temas como ‘Whore’ planteen a la cara por qué no hacer algo para salir adelante de una vez, lo mejor de la banda es que consigue recoger, tan sólo a partir de un bajo, una batería y una guitarra, todas las miserias de la existencia humana. Sin lugar para el Carpe Diem ni para consejos de autoayuda baratos. Low perciben el mundo como una verdadera mierda y saben como pocos convertir este sentimiento en canciones que son una obra de arte y transmitírselas al mundo. Ahí acaba su función. Y consiguieron cumplirla a la perfección en un concierto histórico que ofrecieron en un Colegio Mayor de Madrid en esta época, y del que ningún asistente ha conseguido olvidarse nunca y nunca se olvidará.

Unos años después de este disco entrevistamos a Alan Sparhawk por teléfono, y nos atendió un hombre tímido, nervioso, casi tartamudo e inseguro de sí mismo en cada palabra que pronunciaba. A veces cuando pienso en grupos depresivos, me pregunto si la banda al final ejercerá un rol autoimpuesto, pero con Low… no ha lugar.

Low actúan el 4 de diciembre en Madrid, el 6 en Santander y el 8 en Sevilla.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Sebas E. Alonso