No se podía pedir la misma madurez a algunos espectadores que se dedicaron a incordiar berreando paletadas durante la actuación de Jónsi o a abuchear cuando la imagen de los Pet Shop Boys salía en pantalla. Repito, por si alguien cree que es un error: gente abucheando a los Pet Shop Boys. Si me lo cuentan, no me lo creo. En realidad, el Monte do Gozo no fue punto de encuentro de diferentes generaciones, y ni siquiera de diferentes maneras de entender la música popular, sino de realidades sociológicas y educativas irreconciliables. Por fortuna, la mayoría de los 25.000 presentes lo entendió de otra manera y disfrutó de un evento que tardará en repetirse en Galicia lo que las matemáticas xacobeas digan.
La tarde empezó con amenaza de lluvia y las gradas repletas de camisetas de Muse. Alguien en las primeras filas levantaba un cartel que ponía “Jónsi, queremos 2 hijos tuyos”. Dj Poti, residente del Playa Club de A Coruña, calentó motores enlazando grandes éxitos, quizá demasiado evidentes, y ni con esas consiguió despertar el interés del público.
Tampoco The Right Ons consiguieron concentrar la atención de la gente más allá del foso del auditorio. Tienen un puñado de canciones notables, talento y un buen directo, pero no aportan nada nuevo y acaban saturando con una actitud un tanto forzada.
Lo de Jónsi es un mundo aparte. Imagino que un escenario abierto como previa a un concierto de Muse no es el lugar ni el momento idóneos para un show tan íntimo, pero aun así el resultado fue impecable. No parecía interesarle a demasiada gente. De hecho, con las canciones más lentas de su primer trabajo en solitario, ‘Go‘, resultaba difícil escucharlo entre conversaciones a gritos, pero rápidamente cerró bocas sosteniendo agudos que ya quisiera para sí el propio Matthew Bellamy. Hacia el final, llegaron juntas ‘Animal Arithmetic’, ‘Boy Lilikoi’ y ‘Go Do’ y el público, incluso el reticente, se rindió a la evidencia de su virtuosismo. Cada músico de su banda es un espectáculo en sí mismo, y el conjunto funciona a la perfección. Será uno de los conciertos que más se recordarán de este año.
Y llegaron los Muse, que volvían a Galicia 6 años después de su primera actuación en el Monte do Gozo, también en año xacobeo. A diferencia de entonces, cuando fueron teloneros de teloneros, ahora juegan en otra galaxia, convocan a las masas, agotan entradas e incitan a reventas desorbitadas. En directo han ganado en épica, en grandilocuencia y en medios (aunque el show gallego fue la versión proletaria de su gira, es decir, que no hubo ovni), pero han perdido en «punch». Sus canciones nuevas aburren lo mismo en directo que en CD. No resisten comparación con los hits de sus primeros discos, que siguen sonando intachables. Con todo, más allá de ese gusto hortera por el láser y a pesar de algún que otro problema de sonido, el directo de Muse es bestial y el público lo celebra, como si no hubiera mañana, voceando tanto las letras como las melodías.
Ser dj y recurrir a Justice es todo uno. Caradeniño Dj, en una sesión de menos de una hora, lo hizo hasta tres veces. Su actitud y, sobre todo, la de sus acompañantes en el escenario parecía más propia de ‘Trainspotting: el musical’ que de una sesión de transición entre Muse y PSB. Dj, don’t do this to me!
¿Hubo desbandada general para el concierto de Pet Shop Boys? Pues sí, para qué negarlo. Claro que también empezaron con retraso, y esas cosas ayudan. Una pena. Pocas bandas hoy día ofrecen un directo como el de los británicos, que pueden permitirse el lujo de unir un hit con otro y dejarse fuera de repertorio temazos como ‘Rent’. En la puesta en escena, una nueva lección de la máxima “menos es siempre muchísimo más”: unas simples cajas de cartón blanco, cuatro bailarines, costes irrisorios y muchísima imaginación. La vida debería ser así, un concierto de Pet Shop Boys non stop las 24 horas del día. Y el momento para mantener en repeat: Neil Tennant cantando a dúo con Dusty el ‘What Have I Done To Deserve This?”.
Casi sin descanso, mientras los operarios plegaban las cajas de los PSB, Vitalic comenzó su sesión a los platos. Ya no quedaba mucha gente. De hecho, cuando sonó “Flashmob” muchos ya estábamos atendiendo a la multitudinaria convocatoria de la cama, bajando un Monte do Gozo al que volveremos a peregrinar en unos días para ver a Arcade Fire con la mochila llena de ilusión y un gozo en el alma.