Quizá por eso, no importa las veces que hayamos escuchado su álbum durante estos meses, anoche en la sala Neu! Club era frecuente sentir un nudo en la garganta, el vello erizado en tu brazo o esbozar una media sonrisa escuchando tan de cerca canciones como ‘Los héroes podridos’, ‘Un viaje largo, largo’ o ‘Teléfono de atropellados’. Despojado de cualquier aura de malditismo, sordidez o debilidad que en cualquiera de sus etapas anteriores pudiera haberle acompañado, Alfaro hoy se muestra como un tipo afable y cercano, que busca empatizar con el público, sinceramente y con una entrañable torpeza. Escoltado por una banda realmente sólida, anoche desgranó su primer disco en el sello Marxophone de pé a pá (exceptuando el corte oculto ‘Sin cobertura’) en poco más de cincuenta minutos.
La riqueza de matices y variedad de los arreglos ideados junto a Raül Fernández en el estudio fueron imitados con una enorme potencia y la pericia de sus músicos (Xavi Molero a la batería, y Alfonso Alcalá, al bajo), destacando especialmente la versatilidad de Marcel Cavallé (Els Trons), un guitarrista, pianista y corista que mostró entenderse muy bien con su jefe. Aunque aportan nuevos arreglos a la mencionada ‘Extintor de infiernos’, irrumpiendo toda la banda hacia su mitad, su principal baza es la agilidad y naturalidad con que todo sucede en escena, pasando de momentos delicados y llenos de detalles en ‘Teléfono de atropellados’ o ‘El dolor del miembro fantasma’ al clímax ruidoso, realmente impactante, en cortes como ‘Hijo de perra’ o ‘Camisa hawaiana de fuerza’. En el bis, despachó ‘Padre viento y padre mar’, cara B de la era ‘Hermanos carnales’, y ‘Qué condenadamente negra’, del ‘Koniec’ de Chucho, antes de acabar regalando una ‘¡Fuerte!’ que es incombustible, y más si se ejecuta con esa energía. En fin, que el topicazo sobre lo breve y lo bueno es una verdad como un templo. 8
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