James Blake / Overgrown

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James Blake / Overgrown

«Grabado en casa», volvemos a leer en los créditos del segundo disco de James Blake, como ya sucediera en aquel celebrado debut que le valió para ser nominado inmediatamente al prestigioso Mercury Prize -de no haber sido por PJ Harvey seguramente habría sido suyo-, entre otros muchos méritos que resultan insultantes cada vez que recordamos su edad (atentos al nombre del nuevo disco, ‘Overgrown’). ¿Acaso ni la fama ni las largas giras han podido corromper al pequeño y aparentemente tierno James, como sucede a tantos artistas veinteañeros cuando se encuentran en la portada del medio de moda?

El artista londinense cuenta que, como toda estrella después de su primera gira mundial, requirió de cuatro meses de descanso porque se encontraba exhausto y era incapaz de escribir. Pero nada en ‘Overgrown’ deja entrever que haya estado cerca de perder la cabeza. Es obvio que no le ha agobiado para mal ir demasiado lejos con sus ambiciones experimentales, rendirse de forma artificial a las presiones comerciales del mundo del pop o acercarse o alejarse especialmente de aquella cosa llamada post-dupstep que con grandes composiciones atemporales como ‘The Wilhelm Scream’ o ‘I Never Learnt To Share’ y excelentes directos enseguida superó para ir mucho más lejos; y que, en su consecuencia, ‘Overgrown’ vuelve a ser un disco completamente honesto y personal, salvo un par de excepciones, completamente escrito, tocado, producido y arreglado por él mismo (la masterización, eso sí, es de Matt Colton).

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Como ‘Coexist’ de The xx, ‘Overgrown’ es un álbum que retoma hallazgos pasados -básicamente la creación del soul del siglo XXI, el corte titular introduce un teclado muy Marvin Gaye- pero a la vez abre nuevos caminos. La mayoría de ellos son obra de él mismo, como el sobresaliente single de presentación, ‘Retrograde‘, en el que Blake apuesta por una opresiva estructura circular que abruma como pocas cosas publicadas recientemente (esta y el primer single de Bowie son mis canciones del año de momento); pero también contribuyen en algo ese par de colaboradores mencionados, que no son ni Björk ni Bon Iver ni Joni Mitchell ni Drake ni Kanye West, como circula por varios sites y él ha tenido que negar en las entrevistas, sino Brian Eno y RZA de Wu-Tang Clan.

Brian Eno aparece como co-autor de ‘Digital Lion’ junto a Rob McAndrew y su presencia es desde luego más notoria que en el disco de Dido en esta pista de beats absolutamente hipnóticos en varias fases, desde la minimal e intimista a la tribal y claustrofóbica, que por momentos hace pensar en las percusiones inmisericordes de ‘Third‘. Por su parte, ‘Take a Fall For Me’, la colaboración con RZA, a diferencia de la de Brian, que se produjo en casa de este después de varios días compartiendo discos e ideas, es el fruto de un intercambio de mails en torno a una canción del álbum anterior que a Blake le había dado mucha rabia desechar, en aquel momento llamada ‘Polite Promise’. Cuenta que le sonaba a Wu-Tang Clan y que no perdía nada por pedir a su líder una colaboración en el tema. El resultado es obviamente el corte más hip-hop que jamás hayas escuchado a James Blake, pero su letra sobre la necesidad de controlar los deseos, las obsesiones y la adicción a alguien casa perfectamente con la temática de ‘Overgrown’, y musicalmente también con otras pistas como ‘I Am Sold’. Ambas son cercanas al entorno trip-hop de gente como -de nuevo- Portishead o Tricky.

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¿Cuál es esa temática esta vez? James Blake dice que este disco, a diferencia del anterior, es de canciones de amor y que habla de la relación de pareja en la que el artista ha estado enfrascado en los últimos dos años. Sus letras siguen siendo tan crípticas como antes, exactamente igual que esos beats que se entrecortan habitualmente formando sus melodías, pero sí se percibe en ellas cierta inquietud y cierta incertidumbre marcada por la distancia y la inseguridad que esta provoca, como sucede en ‘I Am Sold’, que también parece tener que ver con la fama. Sin embargo, por encima de lo que cuentan los textos, en su caso secundarios, vuelve a brillar una producción absolutamente magistral en la que sintetizadores y percusiones aparecen y desaparecen creando todo tipo de sensaciones de lo asfixiante al sosiego con la mayor de las naturalidades. Si bien a Blake le da igual triunfar que no, reconoce que sí ha sido una influencia ver a gente distraída en parte de sus conciertos, por lo que le ha salido un disco «más fácil de escuchar», como así demuestra una secuencia mucho más equilibrada que la de su debut.

En contra de lo que sucedía en aquel, Blake acierta a dinamizar la segunda mitad del álbum, logrando no solo que no decaiga sino que el magnetismo vaya incluso en aumento. Enmarcadas por ‘DLM’ y ‘Our Love Comes Back’, dos de sus ya reconocibles apropiaciones de la tradición musical negra, brillan la enorme y ya mencionada ‘Digital Lion’ y ‘Voyeur’, sin duda una de las cumbres del disco, gracias a ese poso de house primigenio a lo ‘Your Love‘ de Frankie Knuckles. Aunque el mejor ejemplo nos lo dan el estupendo teclado e interpretación vocal de ‘To The Last’, una balada bigger than life, en algún pasaje concreto muy cerca de ‘Unchained Melody’ de Righteous Brothers o la versionadísima ‘Everybody’s Got to Learn Sometime’ de The Korgis. Un corte hermoso que demuestra que el artista, en su apasionante y sin igual mezcla de pasado y futuro, está además sobrado de lo más importante, las canciones.

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Calificación: 8,8/10

Lo mejor: ‘Retrograde’, ‘To The Last’, ‘Voyeur’, ‘Overgrown’
Te gustará si te gustan: Portishead, The xx, Antony & The Johnsons

Escúchalo: Deezer

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