‘Chaika’, cine y amor incorfomistas

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‘Chaika’, cine y amor incorfomistas

ChaikaExisten películas que, sin desmerecer al resultado proyectado, se valoran todavía más cuando se conoce la historia que tienen detrás, cuando se descubre la odisea recorrida antes de su estreno en salas.

Este es el caso de ‘Chaika’, segundo filme del director madrileño Miguel Ángel Jiménez que, tras aquel primer acercamiento a un cine incómodo llamado ‘Ori’ rodado casi sin ayuda en Georgia, decidió volver a aquel país en la frontera entre Europa y Asia para, a partir de un guión firmado por Luis Moya escrito a partir de localizaciones que les marcaron en aquella primera toma de contacto, entregar una atípica y nada conformista historia de amor entre una prostituta y un marinero cuyo argumento huye de cualquier cliché romántico que podamos tener establecido.

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Y es que a diferencia de lo que hacen muchos directores cuando ruedan en países que no son el suyo y caen en el síndrome de la clase turista que, por ejemplo, últimamente tanto afecta a genios como Woody Allen; Miguel Ángel Jiménez evita rodar postales para, en su lugar, sumergirse en la cara menos amable de una zona que pondría a prueba la resistencia física y moral de cualquier persona. Lo fácil habría sido quedarse en la superficie, los occidentales, por ignorancia, no notaríamos la diferencia, pero el madrileño es un director que demuestra que conoce el terreno en el coloca a la cámara y a sus personajes, logrando así una verdad que, aunque lenta en un principio, deja huella a los que contemplamos el resultado de esta odisea en la butaca.

Así, en estepas heladas a menos cuarenta grados de temperatura, en granjas alejadas de la civilización a la que solo se accede tras días montando a caballo, en humildes barriadas y en barcos oxidados se rodó durante semanas con un equipo diminuto y un presupuesto todavía más minúsculo esta rareza del cine nacional que, además, nunca cae en la excusa de “somos una película pequeña” para justificar errores como plantear preguntas cuyas respuestas, supongo, quedaron descartadas en algún momento en la sala de montaje.

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Por eso no hay que acudir al cine pensando que te vas a tragar una cinta independiente de esas a las que todo se les perdona. No hay nada de amateur ni en la factura artística de la cinta, sobre todo en lo que respecta a su reparto, ni en la factura técnica conseguida. Sólo hay que sentarse en el cine y dejarse llevar para entender que hay más grandeza y verdad en esta pequeña ‘Chaika’ que la que ofrecen muchas superproducciones megalómanas llegadas desde otras orillas. 8

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