‘Frances Ha’ es como si un capítulo de ‘Girls’ hubiera irrumpido en el ‘Manhattan’ (1979) de Woody Allen, una comedia generacional planteada como una melancólica road movie entre piso y piso neoyorquino. Un viaje iniciático, desde el barrio de Brooklyn al de Washington Heights, que le sirve al director como afortunada metáfora sobre los cambios que experimentará la protagonista, Frances. Jóvenes veinteañeros ante el abismo, en blanco y negro, del mundo adulto.
Baumbach refleja con gran habilidad y sensibilidad ese momento en la vida en el que las ilusiones forjadas en la universidad se convierten en decepciones fuera de ella. Cuando, al filo de los treinta, tienes que elegir entre seguir persiguiendo tus sueños -aunque estén condenados al fracaso- o aprender a ser feliz renunciando a ellos. O, como dice la propia Greta Gerwig, cuando “el vínculo con tus amigos cambia, y un día te descubres pronunciando frases como: ¿tienes tiempo para comer este miércoles?”.
Divertida, tierna, melancólica… Baumbach demuestra una enorme capacidad para describir las emociones de sus personajes: la alegría despreocupada (Frances bailando por la calle mientras suena el ‘Modern Love’ de Bowie), la desorientación vital (la marcha de su amiga), la nostalgia de la infancia (las navidades con sus padres), el miedo a crecer (el apresurado viaje a París), la vergüenza por el fracaso (su “vuelta” a la universidad). Pero no se recrea en ellas. Crecer no es un drama. Frances se hace mayor. ¿O no? Ha. 9.